sábado, 6 de octubre de 2007

Un momento

La canción sonaba nuevamente, todo volvía a ser perfecto en el mundo, perfecto como ese primer día, el día en que la conoció.
El viejo se levanta de su silla, el reuma y los años lo hacen caminar arqueado, recorre lentamente el espacio que lo separa de su esposa que lo observa en silencio desde el otro lado del comedor.
- ¿Bailamos? – pregunta el viejo

La respuesta fue la mano extendida de su esposa, pidiendo que la ayudara a levantarse.
Ambos caminan hasta el centro del comedor y luego de apartar algunas sillas para hacerse espacio, comienza la magia.
Los brazos del viejo vuelven a abrazar la cintura de su esposa, tal como hace tantos años que no lo hacían, ella hace lo propio colgando sus brazos del cuello de su esposo para luego descansar la cabeza en el pecho del viejo.

Hijos y nietos se miran sin entender demasiado pero ellos continúan bailando sin dar explicaciones, el universo había desaparecido bajo sus pies.
La canción duró una eternidad, los pasos lentos de los viejos dando vueltas entre las sillas del comedor, con los ojos cerrados ambos volaban en un recuerdo.

Fue un momento solamente, un momento que nunca acabó. Yo aún los veo bailando, cada vez que cierro los ojos y los recuerdo…

lunes, 6 de agosto de 2007

Loco sapiens

Sentado a la sombra del viejo sauce en medio del patio, así le gustaba pasar la tarde, conversando con su amor de cosas de todos los días, por momentos en silencios se dedicaba a mirarla como solo él sabía mirarla, como solo él podía mirarla.

Desde la ventana del tercer piso algunos doctores y enfermeros lo observaban y alguno se atrevía a bromear, era el loco que habla solo, la diversión de la tarde.

Al dar las cinco en punto sonaba el timbre que indicaba el fin de la hora de visita. A él no le gustaba ese momento, pero respetaba las reglas del manicomio y sabía que ella debía irse.
Se levantaba y la acompañaba hasta el portón de salida, la saludaba con un beso y la observaba alejarse hasta que ya no la veía. Luego volvía a su habitación sabiendo que al día siguiente ella regresaría, siempre lo hacía.

El diagnóstico era claro, esquizofrenia delirante con alucinaciones, para los doctores un caso perdido.
Los tratamientos no daban resultados, ni las drogas antipsicóticas ni las diarias entrevistas con el psicólogo, nada parecía surtir efecto alguno sobre su estado.

Al día siguiente, al caer las primeras horas de la tarde su esposa retornaba a visitarlo, juntos caminaban hasta el centro del patio y nuevamente bajo la sombra del viejo sauce continuaban el ritual.

- ¿Por qué nunca viene a visitarme Mariana? – Preguntaba el loco por su hija – ¿sigue enojada conmigo?
Luego bajaba la cabeza, al parecer la respuesta fue que si.

Su hija Mariana nunca lo pudo perdonar, en él veía al culpable de la decisión que su madre había tomado hacía ya más de dos años. Nunca lo vino a visitar, lo sentenció al olvido y ahora su hija vivía huérfana por elección.

Los días del loco eran tranquilos y monótonos, caminaba por los pasillos lentamente de un lado a otro, a veces se paraba a conversar, pero era hombre directo y de pocas palabras.

- ¿Vos crees en dios? – le preguntaba uno de los enfermeros.
- Todavía no – respondía el loco – estoy esperando que él empiece a creer en mí.

En el fondo se leían en él memorias, rencores y tristezas. En la soledad de su habitación, cuando nadie lo veía, a escondidas varias veces le dedicó un llanto a su amor. A pesar de su locura el sabía que algo estaba mal.

Una nueva droga, de esas que vienen con publicidad de milagrosas llegó al manicomio. Y él era el sujeto indicado para las primeras pruebas, alguien que se resistía a todos los otros tratamientos y que no tenía a nadie que por el respondiera o pudiese oponerse al experimento.

Las dosis comenzaron a administrarse en cantidades bajas, luego al ver que los resultados no aparecían se incrementaron significativamente.
Al cabo de dos semanas los primeros resultados empezaron a aparecer, por momentos el loco despertaba de sus delirios, en medio del patio se encontraba perdido, sin saber como había llegado hasta ahí o porque permanecía sentado solo.

Los doctores se sentían triunfantes, la esquizofrenia retrocedía y ya no era tan normal verlo conversar con un recuerdo.
Pero todas las drogas que se precien de milagrosas tienen sus efectos secundarios y esta no podía escaparse. El loco cambió sus conversaciones de las tardes por encierros solitarios en su habitación. Sin las visitas de su amada comenzó a ser consiente de su soledad, los recuerdos que su enfermedad reprimía ahora florecían en la memoria.

La junta médica fue reunida para evaluar los progresos del tratamiento y el loco asistió en calidad de conejillo de indias.

- Hemos visto un notable progreso en su estado. – Comentó uno de los doctores.

El loco no respondió, ni siquiera levantó la cabeza para mirarlos, permaneció callado escuchando las especulaciones sobre su locura y recuperación.
El silencio del loco no era bienvenido, para que un loco se de por curado este debe demostrarlo y al parecer este no se daba por aludido con el diagnóstico.
El jefe de la junta decide hacer una pregunta más directa.

- ¿Acaso usted no se siente mejor, acaso usted no observa lo que todos nosotros?

El loco decidió responder y la respuesta fue algo que ninguno de los doctores se habría esperado. Se observaron durante unos segundos y lo dejaron volver a su habitación mientras deliberaban.

Al día siguiente el loco volvió a su medicación anterior y al cabo de dos semanas otra vez lo vieron bajo el viejo sauce, hablándole al aire, sonriendo de a ratos.

Desde la ventana del tercer piso algunos doctores y enfermeros lo observaban y comentaban todavía la respuesta del loco.
Durante varios años se recordó el día en que el loco entre lágrimas les suplicó…

- Si estoy cuerdo la pierdo.
- Prefiero estar loco doctor… Prefiero estar loco.

sábado, 4 de agosto de 2007

Un día en la vida

Suena el despertador y como todas las mañanas Esteban comienza su rutina, ducha, desayuno y a salir corriendo para el trabajo. Pero este día estaba destinado a ser distinto, había algo en el aire que no lo dejaba tranquilo.

Sale corriendo a la calle esperando encontrar un taxi que lo rescate de su tercera llegada tarde en el mes, sin embargo antes de encontrar el vehículo salvador una loca idea toma el control de su existencia.
Ya sin tanta aceleración su idea se transformó en convicción y armado de razones tomo su primera desición adulta.

Volvió a correr pero esta vez en dirección opuesta, entró nuevamente en su casa para deshacerse de la corbata y sus apretados zapatos. Acto seguido volvió a salir a la calle, ya más cómodo y despreocupado.

Caminando y caminando llegó hasta el viejo barrio que lo vio crecer. La placita con las hamacas, el murito de la casa de Nicolás, hasta el viejo baldío donde se hacían los partiditos de fútbol todos los días a la tarde después de la escuela, todo estaba ahí, con varios años más a cuestas tal como él, pero seguían ahí..
Al pasar por la casa de la esquina, la casa de Raquel – la vieja más gruñona que conoció en su vida – hizo lo que tantas veces había soñado con hacer, se colgó de las viejas rejas de hierro y estirando la mano robó una de las rosas que la vieja cuidaba con pasión – y algo de locura.

Siguió su camino hasta su primer destino, la casa de Natalia, el gran amor de toda su vida, a quien nunca tuvo el valor de decirle lo que sentía y a quien ahora solo veía de vez en cuando los días que iba a visitar a su madre que todavía vivía en el viejo barrio.

– ¡¡Te amo!! – le dice a la sorprendida Natalia ni bien esta abre la puerta.

Le entrega la rosa recién arrancada y se va sin decir más palabras ni esperar respuestas, dejando atrás a una aturdida Natalia. Lo que venía a hacer ya estaba hecho y debía seguir con su plan del día.

La siguiente escala en su itinerario estaba solo a un par de cuadras, era la casa de su madre, casa que hacía más de tres meses no visitaba por falta de tiempo.

– No tendrías que estar trabajando – le pregunta su madre en cuanto lo ve plantado frente a la entrada esperando la invitación a pasar.

Mientras tomaban unos mates en la cocina Esteban le comentaba la decisión que había tomado. La madre escuchó atentamente el discurso de su hijo y al final del mismo, sin palabras para decir le regalo una lágrima y una sonrisa. Y él supo que estaba bien.

Retornó a su camino y se dirigió a su trabajo, ese trabajo que le había quitado horas de sueño y de vida. Al entrar a la oficina todos lo observaban con intriga, se parecía al Esteban que ellos conocían, pero este sonreía.
Se dirigió a la oficina de su jefe, el cual lo miró con enojo en cuanto lo vio aparecer.

– Renuncio – dice Esteban ni bien cruza la puerta y sin mediar más palabras se da media vuelta y se retira mientras suenan las palabras de su jefe que él parece no escuchar.

Vuelta a la calle y ya sin un empleo que le ate las piernas emprende la caminata sin rumbo fijo.
Compra papitas fritas y chocolates en un kiosco y se dispone en plena rambla a disfrutar su recién adquirida libertad.

Al caer la tarde decide emprender el camino de regreso a casa, donde deberá meditar sus planes para el próximo día.
Al llegar a casa, antes de abrir la puerta algo lo detiene, le pareció escuchar su nombre pronunciado por una voz que hacía mucho tiempo no escuchaba. Al darse vuelta ve que era Natalia quien pronunciaba su nombre mientras se acercaba a él.
Ahora era él el que quedaba sin palabras mientras la observaba acercarse con la rosa aún en la mano.

– ¡¡Yo también!! – dijo Natalia y quedó callada. Fue suficiente.

Esteban había acertado esa mañana cuando permitió que esa loca idea se apoderara de su vida. Esa mañana había decidido… ser feliz.

martes, 10 de julio de 2007

De sapos y pozos, fosas y sopas

Su charco era el mejor ubicado de todo el pantano, el sol le daba de lleno en la mañana calentándole el agua para su baño matinal, al mediodía el alto sauce le daba la sombra justa para no achicharrarlo.
En el pantano era envidiado por el resto de sus congéneres, nadie sabía como había llegado este feo sapo a hacerse acreedor de tan hermosa parcela de barro y agua, seguramente la habría heredado.
A pesar de lo envidiada de su posición terrenal el sapo se encontraba muy desconforme con su húmedo presente, al fin y al cabo era solo un pozo de barro, algo indigno para sus encumbrados anhelos.

El pantano estaba alejado de toda ciudad humana, algo que para la mayoría de los sapos era una bendición, pero para el sapo de este cuento era un auténtico desastre.
Como todo buen sapo de cuentos este no podía ser menos y vivía esperando el día en que alguna triste princesa, desengañada del amor, caminara por la rivera del pantano y posara su mirada en su verde figura. Un sapo tan atractivo como él no podía pasar desapercibido por una princesa y seguramente esta le regalaría el beso que lo convertiría en príncipe.

Pero por este pantano no pasaban princesas, ni caballeros pasaban, ni siquiera los mendigos del pueblo se acercaban demasiado, era un pantano maloliente donde no había mucho para ver.

A veces era motivo de burlas de sus vecinos, un sapo que renegaba de su condición de batracio y que pretendía por esposa nada menos que a una mujer humana y por si esto fuera poco, princesa.

La espera lo llevó al cansancio y el cansancio a la desesperación, y un día decidió salir a su encuentro, al encuentro de su amor de cuentos de hadas, la princesa que de él haría un príncipe. Y así fue, sin nada más que la esperanza partió del pantano dejando su pozo atrás en donde ya sus congéneres se disputaban la posesión.

De cuando en cuando paraba para descansar y conversar, conversaba con todo aquel que se le cruzaba, es que quería que todos supieran que se iba a casar.

-¿Y con quien te vas a casar sapo? – le preguntaban
- Con la princesa – respondía sin vacilar

Algunos reaccionaban con sorpresa y otros con carcajadas, pero el sabía que su futuro ya estaba escrito.

Nota del Autor: Bueno, su futuro todavía no está escrito, en realidad todavía lo estoy escribiendo.

Semanas después del comienzo de su aventura el sapo llega al fin a las afueras del castillo, su alegría se mezcla con la incertidumbre de imaginar como sería su princesa, sería rubia o morocha, su color de ojos sería azul o tal vez marrón, su voz seguramente será suave y melodiosa.
Sin embargo al encontrarse tan cerca de su amor se encontró con un nuevo reto, el castillo permanecía cerrado y la honda fosa que lo rodeaba estaba plagada de hambrientos caimanes que se sentirían honrados en devorarlo sin siquiera dudarlo.

Así paso un par de días, imaginando las soluciones a su estancada situación, hasta que el puente del castillo bajó, el tráfico de gente yendo y viniendo comenzó a aparecer y esta era la oportunidad que el tanto había esperado.

Sin dudarlo más emprendió su última carrera como sapo hacia su nueva casa, pero antes de lograr cruzar el largo puente hacia el castillo sintió que era atrapado por unas manos delicadas que luego lo apresaban dentro de una tibia bolsa de tela.

Al día siguiente en el castillo se preparaba el banquete para anunciar la boda, la larga mesa del rey se vestía de gala al igual que los invitados.
A la hora del almuerzo el ambicioso sapo al fin cumplió su sueño, los labios de la hermosa princesa se posaron sobre él, pero ya era demasiado tarde, el sapo era sopa y no había hadas que lo ayudaran ni tiempo para transformación.

jueves, 28 de junio de 2007

Alicia en el país del Nunca Más

Alicia era una mujer ya entrada en años, “la doña” como le decían los pibes del barrio era querida por los que la conocían y respetada por los que no.
Vivía sola en la casa que una vez fue de su padre, la vieja casa de la esquina que aunque un poco descascarada todavía luce su celeste original, las puertas de madera de roble, altas y gruesas resguardaban el largo pasillo que lleva del patio trasero directo a la vereda.

Su infancia estuvo llena de aventuras. Junto con Luis, su hermano menor, corrían y jugaban hasta cansarse para luego sentarse a la sombra de la gran puerta a pintar sueños en el aire.
Varias veces había tenido que salir en socorro de su hermanito, el que por ser el más chico del barrio muchas veces era cartón ligador de la paliza del día. Nadie esperaría que una chiquilina tan educada pudiese tener el coraje de sacar a las pedradas a los mocosos del barrio, pero era su hermanito, y lo valía.

Pero ya no era más una chiquilina, el tiempo corrió tan rápido que al final la alcanzó, o tal vez ella se había dejado alcanzar. Los rubios bucles de la niñez se habían teñido de cenizas, y su brillante sonrisa se le había arrugado.
Ahora su día lo pasaba mayormente en casa, solo se la veía afuera cuando iba de compras al almacén cada mañana, con el paso tranquilo que solo detenía para conversar con alguna vecina de esas que siempre buscan algo de que chusmear.

A la tarde se sentaba a tomar unos mates en el patio del fondo, tranquila esperando que se le pase la hora. Dos por tres, en esas meditaciones de atardeceres se le cruzaban los recuerdos y le robaban una lágrima.

Entre sueños viajaba a su juventud, ese tiempo en el que ella junto con su hermano querían cambiar el mundo, eran tiempos difíciles para pensar ideas propias, pero ellos se atrevieron.
Recordaba como los sueños que cuando niños pintaban en el aire luego los pintaban en paredes, mil graffitis pidiendo paz, ecos de voces que querían ser escuchadas.

Y también recordaba de la noche que la puerta de calle se abrió de una patada, recordaba el ruido de las botas corriendo por el corredor, los gritos y forcejeos de los cuatro hombres que a punta de pistola esa noche se llevaron a Luisito, a su hermanito.
Y lloraba porque esa noche no pudo hacer nada, porque desde el piso temblando no tuvo el coraje de juntar nuevamente las piedras y sacar a cascotazos a estos nuevos mocosos.

Y esa fue la última vez que vio a su hermano y a pesar de que busco, busco y rebusco, nunca nadie le supo decir en donde estaba.
Al parecer su hermano era culpable de pensar en voz alta, algo que en esa época estaba prohibido, un crimen así en ese momento era merecedor del máximo castigo, la desaparición.

A veces también recordaba con bronca cuando le dijeron que nada había pasado, que si hacía fuerza, mucha fuerza se daría cuenta que tal vez su hermano se había ido por si solo y que ella todo lo había soñado.
Se canso de ver a quienes le habían quitado una parte de su vida, caminar por la calle como si nada.
Se canso de pedir justicia, se canso de pedir explicaciones, se cansó.

Y la pobre vieja, cansada, resignada y defraudada hoy quiere hacer una locura, hoy quiere recordar a su hermanito tal como él quisiera ser recordado.
A la noche se escabulle entre las sombras, con un tacho de pintura y una brocha, marcha hasta la plaza del barrio donde un gran muro blanco le hace frente con valentía.
Luego de un rato, con el pecado consumado vuelve a su casa, con la cara manchada de pintura pero con el alma limpia y contenta.

A la mañana los vecinos se juntaban a discutir del acto de vandalismo, especulando que grupo de mocosos se habría atrevido a manchar su blanco muro.
Entre el montón de gente que observaba se cuela Alicia, y con disimulo esboza una sonrisa mientras lee lo que el muro grita a los cuatro vientos.

“Ojala mis ojos nunca queden ciegos, ojala mi boca nunca quede muda, ojala nunca pierda la memoria y la razón.
Nunca más en mi país… nunca más.”

viernes, 1 de junio de 2007

El regalo perfecto

- ¿Cuanto falta para navidad? – preguntaba Iván a su madre.
- Faltan tres semanas – le respondía la madre a su ansioso hijo – es que no te puedes aguantar, ya es la tercera vez en la semana que me lo preguntas.

Iván tenía apenas ocho años y medio, todavía creía en papá noel y todas las fantasías que a esa edad ilusionan tanto.

- ¿Y ya puedo hacer mi cartita para papá noel? – volvía a preguntar con ansiedad.
- Bueno, podés escribirla, pero igual papá noel todavía no la va a leer, recién las lee la víspera de navidad – la madre le seguía el juego.

Madre soltera, con un trabajo agotador que apenas le daba para mantener la casa, en navidad siempre hacía caso omiso de los pedidos del niño, no había dinero para camiones a control remoto y maquinitas de marcianos. Siempre eran pantalones de pana, buzos o una camisa azul con la que no le gustaba que lo vieran.
Solo el último año había logrado comprarle una bicicleta, que ni siquiera era nueva, la compro usada y le pidió a un vecino que la pintara y arreglara para que pareciera nueva.

- Ya está, la voy a poner en el árbol – entra gritando y corriendo a la habitación con el sobre en la mano.
- ¿Y que le vas a pedir este año? – pregunta la madre con curiosidad.
- Eso no se puede decir – responde con seriedad el niño – solo papá noel puede saberlo.

Esto a la madre le dio mucha gracia, después de todo ella iba a terminar leyendo esta carta.
Y así fue, a la noche cuando el niño ya estaba dormido la madre llega hasta el árbol y saca el sobre, al abrirlo se encuentra con la carta del niño y para su asombro del sobre caen unos billetes y un par de monedas.
La madre se dispuso a leer la carta para ver si entendía esta rara situación, y lo que leyó fue aún más raro.

“Querido papá noel, se que a veces no podes comprarme lo que te pido porque son muchos regalos que tenés que comprar y a veces no te da la plata, por eso esta vez te doy treinta y dos pesos que son todo lo que tengo, se que no alcanzan pero te van a ayudar.
Lo que quiero este año es un muñeco de trapo que vi el otro día en la tienda de la señora Carmen, es uno con pantalones de pana verde y tiradores, el que está sonriendo.Prometo portarme bien siempre y hacerle caso a mamá, pero por favor comprámelo.

Iván”

La madre no sabía si reír o llorar, por un lado le resultaba muy graciosa la acción de prestarle plata a papá noel para el regalo, pero por otro lado le daba pena el no poder comprarle el muñeco pues sabía que las cosas en la casa no andaban bien.
Los gastos habían aumentado desde que el niño había caído enfermo hace ya seis meses, idas y vueltas con los médicos, medicamentos de todos los colores y visitas a cuanta bruja milagrosa pudo encontrar. Y todo era en vano, “su enfermedad es incurable” le decían los médicos, pero ella no se daba por vencida.

- Todavía no vino a leer mi carta – preguntaba con tristeza el niño al ver que la carta seguía ahí una semana después de haberla escrito.
- Ya te dije que él las lee en la víspera de navidad, todavía faltan dos semanas.

A pesar de las pacientes explicaciones de la madre el niño repetía su interrogatorio casi a diario.
Era tal la ilusión del niño que la madre se conmovió y decidió hacer un esfuerzo y comprarle el muñeco, además la situación podía empeorar y quien sabe cuando iba a tener otra oportunidad de hacerle un gusto al pequeño.
Durante la siguiente semana y media la madre guardo cada cambio, controlo sus gastos, hasta comió menos para no gastar tanto. Y al fin llego a la tienda con el dinero, a comprar el muñeco que ya le había pedido a Carmen que se lo reservara, lo guardó en una caja que luego envolvió en papel de regalo, y coronó con un gran moño celeste y blanco.

La víspera de navidad llego y Iván fue a ver si su carta seguía estando en el árbol, pero la madre la había quitado para seguir el juego.

- Ya la leyó, se la llevó mamá, se la llevó y la leyó – exclamaba el niño mientras sonreía.

La madre se sentía orgullosa de su esfuerzo, sabía que valía la pena.
El niño estuvo todo el día esperando que llegara la medianoche, “papá noel viene a las doce en punto” había escuchado una vez, y quería ver su regalo en cuanto llegara.
La madre se había escabullido a dejar el regalo debajo del árbol mientras cenaban y el niño miraba televisión.

Y al fin llego la hora, cuando el reloj dio las doce en punto empezaron los fuegos artificiales, la madre abrazo a su hijo, le dio un beso y le dijo “feliz navidad”. El niño respondió pero sus ojos apuntaban a la habitación donde estaba el árbol, la madre entusiasmada le permite ir a abrir su regalo.

La caja era grande, el niño sonreía pues sabía que era el tamaño justo para que entre un muñeco. Se arrodilla frente a la caja y rompe el papel de regalo, duda un segundo y por fin abre la caja.
Los ojos del niño parece que van a salirse de sus orbitas, y la sonrisa ya no le entraba en la cara, era tal su alegría que tardo unos segundos en meter sus manos en la caja y levantar el muñeco.
La madre observaba con emoción, todo había valido la pena.

- ¿Te trajo lo que querías? – le pregunta la madre con fingida curiosidad.
- Si – responde el niño que no podía hablar mucho de la emoción.
- Te habrás portado bien entonces – vuelve a acotar la madre con una sonrisa falsa.

El niño se queda unos segundos mirando el muñeco, luego se para y va hacia la madre, extiende su mano y le entrega el muñeco a la madre.

- ¡¡¡ Feliz navidad !!! – le dice a la madre mientras la miraba con ojos emocionados.
- Pero papá noel te lo trajo para vos – responde la madre incrédula de lo que estaba escuchando.
- Yo se lo pedí para vos mamá, para que puedas abrazarlo cuando yo no esté.

martes, 29 de mayo de 2007

El Gran Beto

Todos atentos a las manos del hombre, no volaba una sola mosca, todas las miradas lo seguían con curiosidad. Eran las cinco de la tarde en la prisión, era hora del show del “Gran Beto”, así lo habían bautizado entre los internos.

El pañuelo rojo en la mano derecha, el amarillo en la izquierda, todos seguían meticulosamente los movimientos con esa malicia que tienen los adultos de intentar adivinar el truco.
Ahora ata los pañuelos y tira de las puntas, todos ven que son solo dos pañuelos uno rojo y uno amarillo, pero cual va a ser el truco.
Con un rápido movimiento de las manos el mago aplaude y de pronto los pañuelos desaparecen, y en su lugar una flor hecha de papeles, amarilla y roja. Todos se miran extrañados, que fue lo que se perdieron, donde estaba esa flor, y los pañuelos, donde están ahora.
Antes de que los asombrados espectadores logren acomodarse nuevamente en el asiento la flor se enciende en una gran llamarada y tan rápido como apareció, nuevamente desaparece, dejando otra vez vacías las manos del mago.

El público aplaude hacia el improvisado escenario levantado entre los bancos del comedor diario. El mago saluda y se retira unos segundos a quitarse la capa y la galera de cartulina, luego vuelve al comedor ya como un interno más.

Beto ya tenía siete años en prisión, preso por robar un banco le quedaban todavía diez años más de condena. Una larga condena para alguien que como él decía, ya estaba arrepentido.
Hacía ya cuatro años se había convertido en el “Gran Beto”, haciendo trucos de magia que aprendía en la soledad de su celda, con los libros que una vez le había pedido a su hijo que le regalara.
Un mago autodidacta, que comenzó haciendo trucos simples en la hora del almuerzo, y que ahora se habían convertido en un gran show al que no faltaba nadie en la prisión.
Incluso el director de la prisión venía a ver el show de vez en cuando.

Había ganado los favores de los guardias, los que le conseguían los materiales para sus actos y a cambio el mago les enseñaba una serie de trucos simples que los guardias intentaban repetir torpemente.
Era la estrella de la prisión, pero esto estaba lejos de completar sus anhelos. Soñaba con el afuera, se imaginaba en el medio del mar, en su pequeño bote de pesca, lejos de su pasado y cerca de su hijo, para volver a abrazarlo y pedirle perdón por milésima vez.
Pero ese día estaba tan lejos. Y esto lo entristecía tanto que a veces se auto-encerraba en su celda y ese día todos sabían que no habría magia, era día de llanto y todos respetaban eso.

Sus trucos eran cada vez mas complejos, ayudado por los materiales que los guardias le lograban conseguir el mago buscaba cada día sorprender más a su público.
Pólvora, cuchillos, cadenas y cuerdas eran solo una parte de los muchos accesorios a los que el mago tenía acceso, muchos de estos materiales eran impensados en una prisión y más si estos estaban bajo el control de uno de los reclusos.

Hacía ya semanas que mantenía en vilo a su público prometiéndoles un truco que los dejaría boquiabiertos. Solo les decía que era un truco que varios de los grandes magos de la historia se habían negado a hacer por miedo, y que el lo intentaría cuando estuviese suficientemente listo.
Y el día había llegado, la prisión se detuvo como hasta ahora no se había visto, nadie quería que se lo cuenten, había que estar ahí y verlo.
Algunos guardias le ayudan a traer los materiales, y luego bajo la supervisión del mago comienzan a armar el escenario.
Cuando al fin está todo pronto comienza la presentación, el “Gran Beto” les comienza a relatar una historia, donde les habla de cómo el gran “Harry Houdini” se había preparado durante años para realizar este truco y a último momento decidió cancelarlo.
Les contó de cómo solo un mago en la historia había logrado hacer este truco con todo éxito y les explicaba los riesgos a los que se estaba exponiendo.

Una vez que los espectadores estaban ya sudando por el solo hecho de imaginar todas las posibles formas de que esto saliera mal el mago al fin se dispone a comenzar.
Le pide a los guardias que lo esposen, luego lo aten y lo metan en una caja de madera que estaba sobre el escenario. Una vez adentro de la caja esta se cerraba, se rodeaba con unas cadenas de acero y se cerraba con candado.
El público estaba callado, no querían perder detalle de lo que hacían los guardias a los que ya el mago les había explicado todo el procedimiento que debían seguir.

Una vez cerrada la caja, esta era levantada con cuerdas hasta una altura de dos metros aproximadamente, y esta cuerda era rociada con nafta y encendida por parte de uno de los guardias.
Mientras la cuerda se iba consumiendo por el fuego el público se empezaba a poner nervioso, no se veía mas movimiento en la caja que el constante balanceo mientras colgaba.

De pronto la cuerda se rompe, la caja cae y se estrella contra el piso, la caja se hace pedazos y de dentro de la misma solo caen unas esposas y una cuerda todavía anudada, pero el mago no está.
El público ovaciona de pie al “Gran Beto”, aplauden durante un largo rato esperando la aparición del mago para saludar, pero esto no sucede, el mago no aparece y los aplausos se transforman en miradas de confusión.
Los guardias comienzan a buscarlo por todo el comedor, luego llevan a todos los incrédulos internos a sus celdas y comienzan a buscar al mago desaparecido. No había forma de escaparse de la caja, ellos mismos la habían cerrado, pero era mucho mas extraño, había desaparecido de la prisión, no había rastro del mago, se había evaporado.

Lo buscaron durante días, dentro y fuera de prisión, investigaron a su familia y amigos los que también formaron cuadrillas para buscarlo.
Luego de un par de semanas el director de la prisión informa a la población de la misma de la fallida búsqueda y les anuncia que a partir de ese momento estarán prohibidas las reuniones en el comedor para nada que no sea comer.
Una vez que el director se disponía a retirarse de una de las celdas comienza a escucharse un aplauso, algo que es seguido al instante por las celdas cercanas, y unos segundos después se escucha el más atronador aplauso que un artista haya escuchado. El “Gran Beto” lo había logrado, había desaparecido sin dejar rastros. Ya no había más magia en la prisión, pero todos sabían que tampoco habrían más días de llanto.

Meses después de la desaparición, el hijo de mago comienza a frecuentar el puertito de los pescadores, donde junto con un extraño sujeto algo viejo, barbudo y mal vestido emprende cada mañana una pequeña travesía en bote, a pescar y recordar.
Su viejo compañero de pesca nunca habla de magia, y a pesar de las insistentes preguntas del muchacho, nunca le revelará su truco.

lunes, 7 de mayo de 2007

Génesis

En el principio de los tiempos todo era tinieblas y soledad, un planeta desierto donde solo tierra, cielo y mar se disputaban su posesión. Esta soledad entristecía los cielos y estos lloraban durante días sus lluvias de tristezas sobre la tierra.

La tierra hervía por dentro, fruto de su eterno romance con el mar en sus entrañas se engendraba el hijo primogénito.

Al nacer el niño el cielo al fin sonrió, fue tal su alegría que en ofrenda creó un hermoso sol que con su intenso brillo hizo retroceder las tinieblas.
La luz del primer día de los días comenzaba a brillar y descubría al primer humano que este planeta conoció. Un humano hecho de la mezcla de tierra y agua, mezcla que en las entrañas de la tierra al calor del fuego cobro vida y que hoy daba sus primeros y torpes pasos bajo la mirada orgullosa de sus padres.

No pasó mucho tiempo para que este solitario hombre de barro se diera cuenta de lo inútil de su existencia, falta de propósito y sobrada de espacio. Al comprender que sus padres eran incapaces de responder sus inquietudes decidió hacerse cargo del tema.
Luego de varios experimentos fallidos en busca de claves que esclarecieran su propósito un día se topo con un pozo lleno de arcilla roja, su curiosidad lo llevo a tocarla y estudiarla durante un momento, luego del cual comenzó a jugar con ella. Al cabo de un rato se encontró moldeando algo con este trozo de arcilla, una forma ovalada, roja y brillante aparecía entre sus manos, la observó durante unos segundos y en seguida supo que hacer.
Escarbó en su pecho de barro y dentro del mismo barro enterró su creación, unos segundos después sintió el comienzo de un golpeteo dentro del pecho, su primera emoción estaba naciendo y él quería llorar pero no sabía que era llorar, así que imito a la lluvia y llovió y lloró por largo tiempo hasta que fue suficiente, y luego intentó reír, y le salió tan bien que decidió reír hasta cansarse y así lo hizo.

Mientras el tiempo pasaba la arcilla de su rojo corazón comenzó a recorrer su cuerpo y poco a poco comenzó a transformar el barro en carne.
La insaciable curiosidad del hombre lo había llevado a experimentar con los distintos tipos de arcilla que a su paso se presentaban. Mezclando y mezclando comenzó a crear cosas, a algunas las llamó plantas y luego descubrió que de sus frutos podía comer. También creó otros seres, a los que luego les agregó un corazón, esperanzado de poder compartir con ellos la vida.

Pero estos seres, a los que luego llamó animales, no lograban llenar su vida.
Y la tristeza lo invadió, sin saber a donde ir y cansado ya del paisaje le pidió al cielo que le apagara el sol porque quería inventar el sueño. El cielo apagó el sol tal como se lo habían pedido, pero en su lugar creó una noche, y la llenó de estrellas algo que seguramente al hombre le gustaría ver, y había acertado.

El hombre se acostó en la tierra, observando las estrellas que recién habían nacido cerró los ojos y creó el primer sueño. En su sueño soñó con alguien como él, que fuese capaz de acompañarlo y ayudarlo a continuar su obra de creación.

Cuando volvió a abrir los ojos el cielo también estaba soñando, había soñado una luna, una gran esfera blanca que iluminaba la noche y lo ayudaba a ver en ausencia del sol.

El hombre despertó al cielo, le pidió que volviera a encender el sol y que lo ayudara a despertar a sus padres. Ambos despertaron al mar y a la tierra y el hombre comenzó a explicarles de su nueva idea, solicitandole ayuda a los tres.

- La he soñado, ya se como debe ser. – exclamaba el hombre.

Juntó algo de arcilla y la llevo en frente de sus tres ayudantes.
El cielo aportó la belleza de los astros, el mar le brindó la tranquilidad de sus aguas, y la tierra le regalo un poco del fuego de sus entrañas. Entre todos comenzaron a darle forma a la figura.

Una vez terminada la figura de arcilla el hombre comenzó a dar forma al corazón. Era tal su emoción que un par de lágrimas cayeron sobre el rojo corazón de arcilla que moldeaba con sus manos. Al mezclarse las lágrimas con la arcilla el corazón comenzó a latir por si solo, el hombre se apuró a enterrar el corazón en el pecho de su compañera.

Al cabo de unos minutos la figura despierta y mira a su alrededor con curiosidad, el cielo le regala un viento que le agita el cabello, el mar se abraza a la tierra y juntos observan orgullosos la primera mujer.
Ella volvió su mirada hacia el hombre que todavía la contemplaba con incredulidad, era tan hermosa, era tan perfecta. Sin saber que decir ambos quedaron unos minutos mirándose, luego ella le pidió permiso para inventar el beso, y así lo hizo y les gustó.

El hombre no quiso separarse nunca más de su mujer y para lograr su objetivo decidió inventar el amor, y tan bien le quedo inventado que no supo como contenerlo y ahora con su amada caminaba de la mano por el nuevo mundo, un mundo que iban inventando de a poquito.

La historia cuenta que vivieron muchos años felices y tuvieron muchos hijos, y que en la hora de la muerte decidieron morir juntos. Y así fue, murieron abrazados el uno al otro tan fuertemente que en su último aliento volvieron a ser arcilla y ese día los rojos corazones que latían sus últimos sueños se unieron en uno solo.

domingo, 15 de abril de 2007

El Viejo Blues

Las calles de ciudad vieja fueron su vida, cada baldosa de esas veredas cuenta un pedacito de su historia.
Algunos dicen que su verdadero nombre era Alberto, otros dicen que era Carlitos, “como Gardel” acotaban luego estos, pero en realidad a casi nadie le importa porque todos lo conocíamos como el “Viejo Blues”.

Hasta hace unos años era normal verlo de bar en bar, con su guitarra a cuestas pidiendo que lo dejaran tocar, gastándose los pocos pesos que ganaba en unos cuantos whiskies y fumándose el resto.
La fama de gran cantante le fue llegando sin que él la pidiera. Se contaba que cada nota de su guitarra y cada grito de su blues era como un puñal que te cortaba justo donde dolía. Si ibas a verlo tocar te convenía llevar pañuelo.

En el día cuando no estaba durmiendo en la pensión de la calle Rincón donde vivió durante años, estaba repartiendo diarios o haciendo alguna changa.
Hablaba poco y solo cuando creía que era necesario, “¿para que gastar palabras en cosas que no se las merecen?” así pensaba y así vivía, sin pedir permiso a nadie y sin deberle nada a nadie.

Pero la vida no le había sido fácil, tuvo que sudar cada plato de comida y cada noche bajo un techo. El amor nunca le había sido fiel, aunque le había dedicado mil canciones siempre le daba la espalda y al final solo el fondo de un vaso de whisky le servía para callar las penas.

La vida se lo fue tragando, paso a vivir en la calle arrastrando el estuche de la guitarra, tocando en las esquinas y pidiendo limosna, durmiendo entre los escombros de lo que una vez fue un teatro y llorando en las noches, cuando el alcohol no le daba la dosis de olvido que tanto necesitaba.

Vagaba por las calles marcando el paso con dificultad, medio abatido por los años y el otro medio por el alcohol. Vestía siempre el mismo saco azul a cuadros, que lucía más agujeros que cuadros y su sombrero de ala corta al estilo de “el mago”.
Caminaba tambaleándose y dos por tres se paraba a descansar. Las columnas de la luz le servían de apoyo para tomar impulso y así seguir andando hasta donde sus piernas lo querían llevar.

Hace ya casi un año, en una noche de invierno de las más frías, de esas que el tiempo nunca olvida, el viejo intentaba engañar al frío, el alcohol se le había acabado y el fuego se empezaba a apagar por falta de leña. La decisión que esa noche tomaría sería la más difícil de su vida. Quiéralo o no, él sabía que la única madera capaz de mantener vivo el fuego y mantenerlo a él también era la de su guitarra.
Esperó casi hasta que se estuviese por apagar el fuego para decidirse, no se animaba a traicionarla, y tampoco podía matarla por la espalda. Cuando al fin se decidió comenzó a quitarle las cuerdas delicadamente, separo el mástil del cuerpo y al fin la arrojó al fuego.
Cada chasquido de la madera al ser mordida por el fuego hacía brotar una lágrima de los ojos del viejo y por más que ese calor le estuviese salvando la vida también se la estaba quitando. El fuego masticaba recuerdos y él ya no tenía su tónico para el olvido.

Al día siguiente no se levanto de su lecho, se quedó inmóvil observando lo que quedó de su guitarra ya quemada, las clavijas ennegrecidas lo miraban con desprecio desde la montaña de cenizas. Estaba arrepentido de su crimen pero ya no había vuelta atrás, había traicionado a su única amiga y su traición no tenía perdón.

Días después alguien lo encontró, estaba tirado en el mismo lugar que había quedado, entre las manos apretaba las cuerdas de su guitarra y un trozo de madera quemada.
Dicen que el frío fue lo que lo mató, pero los que lo conocemos sabemos la verdad, cuando murió su guitarra murió su alma, y un cuerpo sin alma no vive mucho.

Hoy es recuerdo lo que antes fue vida, y vive entre bares, esquinas y cuentos. Algunos juran que lo han vuelto a ver, caminando despacio por las mismas veredas, silbando bajito algún viejo blues.

martes, 3 de abril de 2007

Un paseo por el parque

La senda que llevaba al parque hoy estaba más solitaria que de costumbre, era otoño y hacía algo de frío, sin embargo no podían negarse al paseo.
Hacía años que acostumbraban venir al parque a la tarde, a ver pasar el tiempo y soñar con el tiempo ya pasado.
Cada día el camino se les hacía mas largo, la cuesta arriba de los años los iba enlenteciendo, y ahora el caminito lo recorrían con dificultad, apoyándose el uno en el otro y esperándose mutuamente.
Al fin llegaron hasta la banca donde pasaban las horas, él la ayuda a sentarse y luego hace lo mismo, se quedan mirando el paisaje un momento y luego se miran unos segundos. Las palabras no eran ya tan necesarias, es que ya se han dicho tanto que ahora una mirada lo dice todo.

Así pasaban el tiempo, mirando y recordando, hablando de la última conversación que tuvieron con Luís, el hijo que hacía ya quince años estaba en España y al que tanto extrañaban.

- Que grande que está Laurita – comentaba la orgullosa abuela – pensar que ya cumplió los veinte.
- Y que linda que es – acotó después.
El abuelo sonreía, todavía recordaba como si fuese ayer el día que tuvo en brazos a su primer nieta.

- Salió al abuelo – decía él en tono burlón luego de un momento, ella respondía con una sonrisa de aprobación.

Un vientito fresco soplaba por entre las ramas ya casi desnudas, obligando a las hojas de los árboles ya marchitas a amontonarse y bailar sus últimas danzas antes de que alguien las barriera.

- ¿Hablaste con Carlos? – pregunta ella
- Si, está mejor – contesta él – pero todavía la extraña.

Ambos quedaron callados un largo rato, solo el silbido del viento cortaba el silencio.

- Tengo miedo – dice ella al fin.
El toma su mano, la aprieta firmemente y le dice – Siempre estaré contigo.

domingo, 25 de marzo de 2007

Los pecados cotidianos

Atardece en la ciudad y en las esquinas, bajo la sombra de los viejos edificios los pecados despiertan y salen a recorrer las calles en busca de alguna víctima para que su corta vida en este mundo tenga algún sentido.

Las personas transitan inocentemente sin saber el peligro al que están expuestas, los pecados han salido a la caza de carne fresca para infectar. Una pequeña mordidita y listo, el pecado yace bajo de tu piel esperando el momento justo para actuar y provocar el daño del que tú serás culpado.

El guarda del ómnibus es la primera víctima, la víctima perfecta, cansado de las incontables horas de trabajo no ofrece resistencia a su pecado, el pecado de la prepotencia. Mientras el guarda descarga su bronca sobre los pasajeros, dentro suyo el pecado que hacía horas estaba durmiendo vive y muere en un éxtasis de placer, su trabajo estaba hecho y muy bien hecho por cierto.

Del mismo ómnibus baja una madre con su hijo, una madre cansada del trabajo, que fue a buscar al niño hasta la escuela y que ahora debe lidiar con él mientras va al supermercado a hacer las compras. Y como no va a ser víctima de su pecado, del pecado de la incomprensión, cuando le grita a su hijo que también ya agotado le insiste con ir a casa.

En otra esquina el ómnibus abre sus puertas al egoísmo que viene disfrazado de señora, la que sube a toda prisa empujando sutilmente a todo el que se le cruza, todo para tomar el único asiento vacío que aún quedaba. Luego si, al fin sentada y cómoda deja desvanecer su pecado como si nada hubiese pasado.

En otra calle de Montevideo un ex-peatón maneja el auto que tanto esfuerzo y dinero le costó conseguir y al ser rebasado por un ricachón en su auto de lujo se deja consumir por su pecado, la envidia le cobra el bocado de vida que le corresponde.
Aún atontado por el segundo de vida que su último pecado le ha robado, el chofer continúa su marcha inconsciente de que aún está infectado y al llegar a la esquina otro pecado que hace días dormía bajo su piel al fin despierta, la intolerancia toma el control de su huésped, al que obliga a tocar bocina desenfrenadamente al carrito que lleno de cartones molesta su paso, su pecado le cubre los ojos, no le permite ver que el carro no puede ir mas rápido pues este es arrastrado por un pobre hombre. Pobre hombre que nunca será ex-peatón, que hace ya once horas transita por las calles victima de su pecado, el pecado de la vergüenza, el que lo hace llorar noche tras noche por no saber como salir de su condición.

Y mientras tanto yo, como no podía ser de otra manera también me infecto, cuando me dispongo a volver a casa después de un día de trabajo agotador mi pecado toma vida propia, justo cuando me niego a dar una moneda a ese niño que me la pide porque no tiene nada para comer, mi pecado fue la indiferencia y hoy soy culpable ante los ojos de la ciudad.

Y al fin la noche llega, la ciudad se apaga y las luces se encienden, los pecados cazan, infectan, viven y mueren... y la vida sigue.

Buscando a mamá

Este cuento no lo escribí yo, fue escrito por Melissa, mi sobrina (y ahijada) de 9 años de edad, y dice así.

Hace un tiempo Martín estaba buscando a su madre y no la encontraba.
La busco en todos lados, y se encontró a su padre en el parque.
Se quedó hablando de su madre, después le contó lo que le había pasado.
Los dos salieron a buscarla.
Le mostraron a los vecinos la foto de su madre.
Laurita la vio y les contó.
La buscaron donde les dijo y no la encontraron.
Al otro día era el cumpleaños de Martín. Fueron a su casa.
¡Sorpresa! La madre tenía todo listo para el cumpleaños.
A Martín le dio mucha alegría volver a ver a su madre y ese fue el mejor cumpleaños que Martín haya tenido.
Después del cumpleaños Martín le dijo "que suerte que te encontramos".

lunes, 19 de marzo de 2007

El ogro y la flor

En un castillo alejado de la civilización vivía el ogro que hoy en este cuento se entromete.

Era un ogro bueno, a pesar de su ogra apariencia y la mala fama de sus iguales, nunca había matado ni una mosca y no estaba en sus planes hacerlo.
Era víctima de las burlas de otros ogros, que como no lo entendían lo menospreciaban, "no merece llamarse ogro" le decían con risa burlona.
Su castillo era grande, algo viejo y venido a menos. Estaba rodeado de un jardín inmenso, grandes enredaderas subían por las paredes del castillo, pero sin embargo en su jardín no crecían flores, ninguna de sus plantas a las que cuidaba con gran esmero era capaz de producir una flor.

A veces, cansado de ese paisaje tan verde y falto de flores, salía a explorar los campos vecinos donde las flores crecían por todos lados. Estas flores, que ya conocían al ogro y que sabían que no debían temerle, lo saludaban al pasar, algunas le regalaban una sonrisa, y el se detenía a admirarlas y saborear su aroma.

Un día, mientras caminaba por estos prados en flor una loca idea vino a su mente, antes de arrepentirse tomó una flor del camino y echó a correr, las otras flores lo miraban asustadas, nunca el ogro les había inspirado el menor de los miedos, y hoy se llevaba a una de ellas.
Corriendo al máximo de sus fuerzas el ogro al fin llegó al castillo, miró a su flor y vio en ella el reflejo del temor. Intento explicarle a la flor las razones de su acción, hablándole de sus incontables intentos de crear una flor propia.

El ogro puso a la flor en una maceta, la regó y cuidó haciéndole notar cuanto la amaba, le contaba lo dichoso que era al tenerla consigo. Y así al poco tiempo la flor ya no tenía miedo ahora se sentía única, de echo en su jardín ciertamente lo era, pero además sentía que era la única flor que tenía alguien que la amara a ella y solo a ella.
Esa noche, el ogro durmió tranquilo, el arrepentimiento de su loca acción ya se había desvanecido entre las lágrimas de felicidad por haber conseguido su anhelo.

Al día siguiente al despertar, corrió al jardín donde había dejado la flor a ver como había amanecido, al cruzar la puerta miro hacía el jardín y cayó de rodillas, su flor, su amada flor amanecía muerta.
No entendía ni como ni cuando, si el la había dejado hacía apenas seis horas tan viva y tan bella, y ahora como es esto, como es que su jardín vuelve a estar desierto.
La enterró en el mismo lugar donde había vivido, el mismo rincón del jardín donde la lloró durante días.

Al pasar del tiempo comenzó a olvidarla, se sentía vacío al no tenerla cerca, en su mente apareció otra loca idea, tenía que hacer algo para no perderla.
Dibujó en un papel la imagen de su amada, la flor que ahora en colores de crayolas volvía a nacer.
Ahora el ogro no salía ya más de su castillo, avergonzado de su estúpida aventura con la flor, ahora muros adentro vivía feliz de a ratos, viendo la imagen de su amada... pero no era una flor, pero no era su flor.

domingo, 18 de marzo de 2007

La enfermedad de la princesa

- ¿Pero, que es lo que tiene mi hija? - preguntaba el rey al grupo que le rodeaba.
- ¿Acaso no sois los mejores magos del reino, acaso no gozáis de todas las gentilezas del rey, entonces decidme, que es lo que le pasa a mi hija?

El rey Bruno hacía ya 20 años que gobernaba estas tierras, y había sido un rey justo y por ello lo veneraban sus súbditos. Era "el rey del pueblo", así lo conocían.
Su hija, la princesa Clara, hacía cuestión de tres meses que había caído enferma. Fiebre alta que iba y venía, a veces estaba inconsciente durante días y a veces volvía, haciendo que su padre el rey volviese a albergar esperanzas de su recuperación, pero esto no pasaba.

- No encontramos explicación - respondía Lucas, el consejero del rey - Los magos todo lo han intentado.

El rey se había vuelto un hombre solitario desde el día en que su hija cayó enferma, solo se reunía con sus consejeros y magos para evaluar la situación de la princesa, y luego volvía al cuarto de su hija, donde dormía casi todas las noches, haciendo guardia por si la muerte aparecía, como queriendo hacerle frente y así impedirle que se lleve a su único amor.
Su esposa había muerto hacía ya doce años, el mismo día en que la princesa nació, y el rey había volcado todo el amor que tenía por su esposa a la nueva mujer que había entrado en su vida. Durante estos doce años a su hija no le faltó nada, las mejores ropas, las mejores comidas, prácticamente todo cuanto estuviese al alcance del rey estaba a disposición de su hija.

- Ha de estar siendo envenenada - acotaba uno de los magos - su latir es débil, y su carne se vuelve mas blanca cada día, eso es síntoma de envenenamiento.
- Pero quién osaría envenenarla, y bajo mis propios ojos - respondía el rey, con voz enojada.
- No lo sabemos - decía el consejero - además su hija siempre estuvo bajo nuestra vigilancia, y es imposible burlarla.
- Salvo que sea uno de vosotros - proponía el rey, acusándolos con la mirada.
- Esto es imposible - volvía a acotar el consejero - nuestra lealtad es probada, y si alguno fuese el traidor, ya lo hubiésemos encontrado y castigado.

Su hija era tan tierna que nadie pensaría en hacerle daño, su rostro se iluminaba cada vez que sonreía, sus ojos eran azules, los había heredado de su madre y reflejaban la pureza de la niña. Era la debilidad del rey, y desde que había caído enferma la salud del rey también había decaído, comía tan salteado que ya no recordaba si era almuerzo o cena, todas las tardes se encerraba en el cuarto de su hija a leerle cuentos y poemas.

Días después de esta conversación con su consejero y los magos, una campesina que tenía su granja cerca del castillo del rey solicitó ser recibida por este, argumentando que ella tenía la respuesta a la extraña enfermedad de la princesa.
El rey accedió a la extraña visita, a pesar de los consejos de sus mas cercanos súbditos que veían con malos ojos que alguien tan extraño se acercara al rey, pero el padre estaba dispuesto a hacer cuanto pudiese por salvar a la niña.

- Habla mujer, di lo que has venido a decirme - dijo el rey esperanzado por esta visita inesperada.
- Vuestra hija está muriendo por culpa del rey - dijo al fin la campesina.
- Como dices tal estupidez - respondió el rey, mientras desenvainaba su espada y la apuntaba a la cabeza de la campesina.
- La niña no tiene enfermedad alguna - prosiguió la mujer - la princesa muere de tristeza.
- Explícate - amenazaba el rey a la mujer, mientras apretaba la empuñadura de su espada la cual seguía apuntando a la cabeza de la campesina.

La mujer comenzó a explicarle lo que ella había visto durante años, como su padre en su afán de proteger a la princesa había restringido la libertad de la misma hasta hacerla una prisionera del castillo.
La mujer venía todos los días al castillo a vender lo que cosechaba en su granja, y veía como la niña pasaba horas observando el campo por la ventana de su cuarto en lo alto de la torre principal. La princesa observaba como los otros niños, los hijos de los campesinos jugaban y reían, como montaban a caballo y se mojaban los días de lluvia, cosas que para ella estaban prohibidas, no podía hacer nada que no fuese digno de una princesa, y todo lo que la pudiese dañar estaba vedado en el castillo.

El rey había ya bajado su espada, y vencido escuchaba el razonamiento de la campesina, no podía entender como todos los cuidados que había pedido para su hija eran los que la estaban matando.
La mujer convenció al rey de llevar a su hija hasta el establo, donde la princesa enfocaba sus miradas todas las mañanas cuando los caballos eran sacados a trotar.

- Esto le hará bien. - indicaba la mujer, y el rey esperaba que estuviese en lo cierto.

La niña fue llevada al establo en una camilla, y fue dejada sobre unos fardos de paja cerca de una de las caballerizas.
La mujer se alejó del grupo y unos segundos después volvió trayendo consigo a una de las yeguas del establo, una hermosa yegua blanca con una mancha negra entre los ojos.
Apenas sintió el primer relincho, la niña abrió los ojos con dificultad, y luego de unos segundos comenzó a acariciar el hocico del animal.
Un color rosa pálido empezó a invadir sus mejillas, y sus ojos brillaban nuevamente cuando de sus labios escapo una sonrisa.
Su padre olvidando todos los protocolos a los que un rey está atado cayo de rodillas frente a su hija, le tomo la mano y pronunció dos palabras, mirando a su hija dijo "perdón", luego vio hacia donde estaba la mujer y dijo "gracias".

Dos semanas después la niña se había recuperado casi completamente, ahora su día transcurría casi exclusivamente fuera de los muros del castillo, cuando no estaba jugando con los niños del pueblo montaba su yegua a la que había bautizado "reina" como un homenaje a su madre.
Ahora se mojaba cuando llovía, se ensuciaba de pies a cabeza cuando jugaba con sus nuevos amigos, los hijos de la campesina, y su padre la veía volver con una sonrisa tan grande que le era imposible retarla.
Ahora era el rey quien observaba por la ventana, disfrutando ver a su hija tan feliz.
Con todo su poder y riquezas no había podido ayudarla, y fue la libertad y la alegría las que le habían devuelto a su niña, más viva que nunca.

viernes, 16 de marzo de 2007

La boda

"Y vivieron felices para siempre" así termina la historia que aqui comienza, la historia que cuenta el cuento que aquí les cuento.

"Si acepto" dijo ella, mirándolo a los ojos, entregandole el alma.
No habían anillos, ni trajes de alto costo, solo los novios vestidos como cualquier día, mano sobre mano, corazón sobre corazón.
El cura improvisado para la ocasión era Carlitos, el vecino de enfrente de Andrés el novio. Carlitos y Andrés habían compartido muchas aventuras juntos, y en esta ocasión no lo podía dejar a pata, y si bien de cura no tenía nada, se había aprendido el versito y estaba dispuesto.

No daba para ir a una iglesia, con una reunión entre amigos alcanza y sobra, así habían acordado Andrés y Claudia, los novios, total a nadie más le importa.
No era nada del otro mundo, a la fiesta estaban invitados los amigos íntimos, la hicieron en el barrio, en el fondo de la casa de Beti, la amiga de toda la vida de Claudia, en total eran... bueno más o menos unos diez, contando a los novios y todo.

De comer habían juntado poco, es que no había mucha plata, unos bizcochos que trajo Victor, el mayor del grupo, el que se encargaba de la organización, que además había pedido que alguien si podía trajera una torta, pero como no dio para tanto, en su lugar consiguieron una rosca dulce, y la adornaron con grageas y chocolates. Al final de cuentas está bien, lo importante era celebrar.

El día anterior Claudia lloraba y reía como loca, una mezcla de nervios y alegría, mientras sus amigas le ayudaban a elegir el atuendo.

- Este pantalón te va bien, lo usas con esa blusa, la amarilla esa que te queda tan linda.
Para el no fue tanto el problema, los vaqueros de siempre y la camisa bien planchada, eso si, los zapatos si, los que usa para las fiestas, los veintiúnicos, que ya tienen su tiempo pero que todavía sirven para hacer facha.

Hacía una semana que lo habían decidido, el se lo había pedido de rodillas, tal como en las peliculas. No le importaba que dijeran los demás, "total nunca me toman en cuenta" decía medio ofendido, "al que no le guste que no mire" y tenía razón.
Todos mas o menos sabían que eran el uno para el otro, los dos estaban medios locos, "mira que casarse así tan de repente, está bien que se quieran pero están medio locos" asi los molestaban, medio en joda medio en serio, pero ellos se reían, que sabrían los otros de todo esto.

Hacía tan poco que se conocían, solo hace dos años que Andrés había llegado al barrio, pero el amor le pego de lleno el primer día que vio a Claudia, y ella sabía también que ese fue el momento.
Y así fue como empezó la historia, un cruce de miradas y una sonrisa.
El final ya lo conocen, después del "si acepto" vino la fiesta, cortaron la rosca y brindaron con jugos.
Vivieron felices para siempre es lo que dicen, yo no los volví a ver desde la fiesta, se que Andrés entró a la escuela ese mismo año, a sus jóvenes seis años ya era casado, y su novia algo mas grande, de siete y pico.


Dedicada a Lukita que pidió una historia feliz !!!

martes, 13 de marzo de 2007

La lección

- Papá, en que árbol crecen las balas ? - preguntó el hijo a su padre, un perro labrador experto en detección de explosivos del ejército inglés en Afganistán.
- No hijo, quién te metió esas ideas, las balas no crecen en los árboles - le explicaba el padre.
- Pero entonces como es que crecen, como se vuelven tan venenosas ? - vuelve a preguntar el perrito, de solo 10 meses de edad.
- venenosas ? no, las balas no son venenosas - le intenta explicar, tratando de disimular la gracia que le provocaban esas preguntas.

El padre, un perro ya adulto y con mas de 5 años de experiencia en el ejército intuía hacia donde quería llegar su hijo.
Hacía una semana el perro lider del escuadrón antibomba había muerto al ser alcanzado por una bala durante un fuego cruzado con supuestos terroristas. La muerte del lider del escuadrón había hecho ascender al padre del pequeño hasta el puesto de nuevo lider, algo que había esperado desde que entró a la fuerza, pero al parecer esto preocupaba a su pequeño hijo.

- Pero las balas matan papá, deben ser venenosas, además yo ví una el otro día, y parecen bellotas, deben ser de algún árbol - continuaba explicando su razonamiento el pequeño.

El padre decide explicar con mayor detenimiento y así terminar la conversación que ya se le estaba haciendo algo incomoda.

- Las balas no crecen en los árboles hijo mío, las balas las hace el hombre, el las fabrica con materiales que solo el sabe manejar, y tampoco son venenosas, las balas matan porque provocan mucho daño al entrar en el cuerpo.

El hijo miraba con ojos grandes, asombrado de su nuevo descubrimiento, pero era demasiado curioso como para detenerse en ese momento.

- Y para que usan las balas los hombres ? - volvió a preguntar el perrito.
- Para combatir a sus enemigos - replicó el padre - por ejemplo en una guerra - agregó después.
- Guerra ?, que es la guerra ? - seguía preguntando el perrito.

El padre intentaba explicarle lo complicado que es la guerra, dándole una explicación lo suficientemente confusa como para que su hijo abriera los ojos tan grandes como podía y ya perdiera el control de su lengua que colgaba de su boca abierta al máximo de sus posibilidades.

Luego de un rato de quedar así, el perrito comienza de nuevo...
- Y por que los hombres hacen guerras papá ?
- Hay muchas razones, pero sobre todo se inician cuando un grupo de hombres quieren algo que otros tienen - le responde ya cansado el padre.
- Y por que no lo piden prestado ? - pregunta inocentemente.
- Porque lo quieren solo para ellos, no lo quieren devolver - responde rapidamente el padre.
- Pero eso esta mal papá, y además por que lastiman a los que si lo tienen ?
- Porque los que lo tienen no siempre quieren entregarlo, puesto que saben que no lo van a ver más - responde el padre que cada vez se sentía mas raro al responder estas preguntas.

Y al fín el hijo hizo la pregunta que el padre esperaba...
- Y por que mataron al perro jefe de la brigada, si el no tenía nada ?
- No lo querían matar a él, eso fue sin querer, el estaba con los amos, cuidandolos.
- Pe-pe-pero... como que sin querer ?, si la guerra es con los amos, por que le dispararon - preguntaba con un nudo en la garganta el pequeño, los ojos comenzaban a achicarse y a empañarse por el llanto que aparecía.
- Es que los hombres cuando van a la guerra no piensan bien, y lo que comienza como avaricia pasa a ser odio, y luego no ven a donde disparan, solo les importa disparar y hacer daño - el padre no podía creer lo que acababa de decir, cosas que siempre vio pero nunca las pensó de esa forma, su cabeza estaba mas confusa que la de su hijo.

- Y a ti también te van a matar papá ? - preguntó el pequeño perrito, ya sentado en sus patas traseras y con un par de lagrimas corriendole en el hocico.

El padre tembló al escuchar esa pregunta de la boca de su hijo...
- No, por supuesto que no - respondió el padre para que su hijo se tranquilizara, pero por dentro el miedo lo recorría.
- Dejemos de hablar de eso - dijo por fin el padre intentando acomodarse, y llevó a su hijo a buscar algo de agua para lavarse la cara y luego ponerse a jugar, intentando olvidar la conversación.

Ese día ambos padre e hijo aprendieron algo, el hijo aprendió que las balas no crecen en los árboles ni son venenosas, y el padre aprendio que las balas crecen en los árboles de la avaricia que el hombre cultiva, y que el veneno del odio con el que las riega todos los días las hace tan mortales.

sábado, 10 de marzo de 2007

Historia de animalitos II: Las bestias

Y al fin, llegó el águila, junto con sus custodias (alimañas varias), y la pradera se conmocionó, tal cual se había previsto.

Y aparecieron los bichitos, a protestar porque si, y a protestar porque no, lo importante era protestar.

Y aparecieron las bestias, esas a las que nadie quiere invitar a una cena, y vinieron a hacerse ver, como siempre, no se iban a perder la oportunidad.

Entre las fieras que concurrieron se encontraba el león, el león anarquista, ese que no escucha razones, ese que hace años quedo ciego, y ahora gruñe a todo lo que se le cruza, porque no puede ver y porque no quiere ver.

También había un gorila con su viejo traje de guerrillero, un gorila venido a menos, ya más chiquito, y con menos fuerza para gritar, pero igual gritaba, y gritaba tanto que no podía escuchar, no se daba cuenta que cuanto más alto gritaba, menos lo escuchaban. Y este gorila arrojaba cuanta cosa encontraba contra toda cosa, animada o inanimada que quedara bajo la sombra del águila.

Y que se le va a hacer, todo buen bichito sabe que las bestias no ven bien, solo ven en blanco y negro, y algunas ni siquiera eso, algunas como el león, hace rato quedaron ciegas.

Las hienas reían, disfrutaban del espectáculo, no sabían ni a que habían ido, o si pasaban por ahí, pero ahí estaban, como buenas carroñeras saben que donde hay lio hay comida, y no se iban a ir con las manos vacías.

El gran oso de pradera, tímido imitador del gran oso ruso no hizo mucho, se dedicó a observar y a recordar cuando el también era una bestia.

Por el otro lado, también habían fieras, pero de las amaestradas, un grupo de perros policias cuidaban el orden, todo para que el águila no se enterara de que en esta pradera no todos la reverenciaban.
Estos perros siempre se llevan la culpa, porque tienen fama de mordedores, y ta... es cierto que les gusta morder, pero no siempre muerden primero.

En fin hoy fue un día especial en la pradera, todos los bichitos cumplieron su papel, muchos de ellos en su total derecho, puesto que todos sabemos lo que el águila hace... y todos sabemos también que no lo va a dejar de hacer, aunque nos peleemos entre bichitos, porque al final de cuentas al águila eso también le sirve.

Al terminar el día, cuando ya las bestias dormían, cuando la noche borraba la vergüenza de muchos bichitos, un buho de esos que dicen que son sabios, mirando a la luna se preguntaba... "tanto lio pero... se habrá enterado de algo el águila ??"

viernes, 9 de marzo de 2007

Historia de animalitos

Cuenta la historia del día en que el águila nos vino a visitar.

Nadie sabe bien porque abandonó su cómodo nido allá arriba en el norte, tal vez porque andaba con frío, o porque quería conocer esas tierras lejanas que solo veía cuando el atardecer iluminaba medio de costadito, y en el reflejo del agua se veía como un cerro muy chiquitito... si y ahí estábamos nosotros, los bichitos olvidados del sur.

De este lado, en las praderas verdes, en donde el clima es templado y la carne abunda, acá pasaba de todo.

Unos daban saltos de alegría, al fin el águila de dignaba a aceptar su invitación, estos eran los mismos corderos que habían ido hace poco hasta el nido mismo del águila, a pedirle que no nos comiera, o por lo menos que el picotazo fuese mas chico.
Pero dentro del rebaño principal, también habían quienes no veían la llegada del águila como algo bueno, decían que si viene no viene sola, viene con los lobos, algunos chacales y coyotes, buitres y todos los bichos carroñeros que la rodean normalmente, es un riesgo invitarla a comer, no se puede confiar en su mal genio.

También estaban los contras, un grupo de cuervos que siempre fueron dóciles sirvientes del águila, que durante mucho tiempo eran los primeros en señalarle a las ovejas mas débiles para que el águila no se cansara mientras nos comía de a poco, pero ahora, ahora que el águila venía a vernos invitados por los corderos, ahora encontraban los peros en todos lados, que si vienen se les va a terminar el pasto, que el pastor se va a enojar, etc.

Pero no solo en esta pradera había movimiento, en los campos vecinos se juntaban a hablar y chismosear los bichitos. El lorito bolivariano, el hijo menor y no muy bien agraciado del gran loro de la habana, ahora quiere tomar el lugar de papá, y habla y habla tratando de que alguien lo escuche, y siempre hay alguien que escucha.
Y para escuchar y hacer lio, nadie mejor que la comadreja, esa... la que vive del otro lado del río, pasando la presa que los castores piqueteros ahora nos prohíben usar, pero esa ya es otra historia.

Y bueno, en fin, ya no hay marcha atras, el águila se acerca, ya se ven algunos chacales dando vueltas, los corderos preparan la mesa, los cuervos miran desde arriba de algún árbol, y los bichitos vecinos siguen hablando.

Y yo, como otros tantos bichitos subdesarrollados pienso y me pregunto... saldré vivo de esta ?

jueves, 8 de marzo de 2007

Y esto con que se come ?

Mmmm, y esto ??
A ver... "click aquí para crear su blog"... CLICK
"Que nombre desea ponerle"... mmmm, me mataste, no se me ocurre nada...
"Pensadonia", estará libre ?? a ver... "Comprobar disponibilidad"... si, ta libre... y si, a quien se le iba a ocurrir esta pavada :-P
"Ya tenes blog"
Y ahora ??...
Ahora mi primer post (aca iba a hacer una referencia "nerd" a un post HTTP, pero no da)
Ta, como ven no tengo idea de que poner... así que hasta la próxima !!!!!!!!!!!