domingo, 25 de marzo de 2007

Los pecados cotidianos

Atardece en la ciudad y en las esquinas, bajo la sombra de los viejos edificios los pecados despiertan y salen a recorrer las calles en busca de alguna víctima para que su corta vida en este mundo tenga algún sentido.

Las personas transitan inocentemente sin saber el peligro al que están expuestas, los pecados han salido a la caza de carne fresca para infectar. Una pequeña mordidita y listo, el pecado yace bajo de tu piel esperando el momento justo para actuar y provocar el daño del que tú serás culpado.

El guarda del ómnibus es la primera víctima, la víctima perfecta, cansado de las incontables horas de trabajo no ofrece resistencia a su pecado, el pecado de la prepotencia. Mientras el guarda descarga su bronca sobre los pasajeros, dentro suyo el pecado que hacía horas estaba durmiendo vive y muere en un éxtasis de placer, su trabajo estaba hecho y muy bien hecho por cierto.

Del mismo ómnibus baja una madre con su hijo, una madre cansada del trabajo, que fue a buscar al niño hasta la escuela y que ahora debe lidiar con él mientras va al supermercado a hacer las compras. Y como no va a ser víctima de su pecado, del pecado de la incomprensión, cuando le grita a su hijo que también ya agotado le insiste con ir a casa.

En otra esquina el ómnibus abre sus puertas al egoísmo que viene disfrazado de señora, la que sube a toda prisa empujando sutilmente a todo el que se le cruza, todo para tomar el único asiento vacío que aún quedaba. Luego si, al fin sentada y cómoda deja desvanecer su pecado como si nada hubiese pasado.

En otra calle de Montevideo un ex-peatón maneja el auto que tanto esfuerzo y dinero le costó conseguir y al ser rebasado por un ricachón en su auto de lujo se deja consumir por su pecado, la envidia le cobra el bocado de vida que le corresponde.
Aún atontado por el segundo de vida que su último pecado le ha robado, el chofer continúa su marcha inconsciente de que aún está infectado y al llegar a la esquina otro pecado que hace días dormía bajo su piel al fin despierta, la intolerancia toma el control de su huésped, al que obliga a tocar bocina desenfrenadamente al carrito que lleno de cartones molesta su paso, su pecado le cubre los ojos, no le permite ver que el carro no puede ir mas rápido pues este es arrastrado por un pobre hombre. Pobre hombre que nunca será ex-peatón, que hace ya once horas transita por las calles victima de su pecado, el pecado de la vergüenza, el que lo hace llorar noche tras noche por no saber como salir de su condición.

Y mientras tanto yo, como no podía ser de otra manera también me infecto, cuando me dispongo a volver a casa después de un día de trabajo agotador mi pecado toma vida propia, justo cuando me niego a dar una moneda a ese niño que me la pide porque no tiene nada para comer, mi pecado fue la indiferencia y hoy soy culpable ante los ojos de la ciudad.

Y al fin la noche llega, la ciudad se apaga y las luces se encienden, los pecados cazan, infectan, viven y mueren... y la vida sigue.

Buscando a mamá

Este cuento no lo escribí yo, fue escrito por Melissa, mi sobrina (y ahijada) de 9 años de edad, y dice así.

Hace un tiempo Martín estaba buscando a su madre y no la encontraba.
La busco en todos lados, y se encontró a su padre en el parque.
Se quedó hablando de su madre, después le contó lo que le había pasado.
Los dos salieron a buscarla.
Le mostraron a los vecinos la foto de su madre.
Laurita la vio y les contó.
La buscaron donde les dijo y no la encontraron.
Al otro día era el cumpleaños de Martín. Fueron a su casa.
¡Sorpresa! La madre tenía todo listo para el cumpleaños.
A Martín le dio mucha alegría volver a ver a su madre y ese fue el mejor cumpleaños que Martín haya tenido.
Después del cumpleaños Martín le dijo "que suerte que te encontramos".

lunes, 19 de marzo de 2007

El ogro y la flor

En un castillo alejado de la civilización vivía el ogro que hoy en este cuento se entromete.

Era un ogro bueno, a pesar de su ogra apariencia y la mala fama de sus iguales, nunca había matado ni una mosca y no estaba en sus planes hacerlo.
Era víctima de las burlas de otros ogros, que como no lo entendían lo menospreciaban, "no merece llamarse ogro" le decían con risa burlona.
Su castillo era grande, algo viejo y venido a menos. Estaba rodeado de un jardín inmenso, grandes enredaderas subían por las paredes del castillo, pero sin embargo en su jardín no crecían flores, ninguna de sus plantas a las que cuidaba con gran esmero era capaz de producir una flor.

A veces, cansado de ese paisaje tan verde y falto de flores, salía a explorar los campos vecinos donde las flores crecían por todos lados. Estas flores, que ya conocían al ogro y que sabían que no debían temerle, lo saludaban al pasar, algunas le regalaban una sonrisa, y el se detenía a admirarlas y saborear su aroma.

Un día, mientras caminaba por estos prados en flor una loca idea vino a su mente, antes de arrepentirse tomó una flor del camino y echó a correr, las otras flores lo miraban asustadas, nunca el ogro les había inspirado el menor de los miedos, y hoy se llevaba a una de ellas.
Corriendo al máximo de sus fuerzas el ogro al fin llegó al castillo, miró a su flor y vio en ella el reflejo del temor. Intento explicarle a la flor las razones de su acción, hablándole de sus incontables intentos de crear una flor propia.

El ogro puso a la flor en una maceta, la regó y cuidó haciéndole notar cuanto la amaba, le contaba lo dichoso que era al tenerla consigo. Y así al poco tiempo la flor ya no tenía miedo ahora se sentía única, de echo en su jardín ciertamente lo era, pero además sentía que era la única flor que tenía alguien que la amara a ella y solo a ella.
Esa noche, el ogro durmió tranquilo, el arrepentimiento de su loca acción ya se había desvanecido entre las lágrimas de felicidad por haber conseguido su anhelo.

Al día siguiente al despertar, corrió al jardín donde había dejado la flor a ver como había amanecido, al cruzar la puerta miro hacía el jardín y cayó de rodillas, su flor, su amada flor amanecía muerta.
No entendía ni como ni cuando, si el la había dejado hacía apenas seis horas tan viva y tan bella, y ahora como es esto, como es que su jardín vuelve a estar desierto.
La enterró en el mismo lugar donde había vivido, el mismo rincón del jardín donde la lloró durante días.

Al pasar del tiempo comenzó a olvidarla, se sentía vacío al no tenerla cerca, en su mente apareció otra loca idea, tenía que hacer algo para no perderla.
Dibujó en un papel la imagen de su amada, la flor que ahora en colores de crayolas volvía a nacer.
Ahora el ogro no salía ya más de su castillo, avergonzado de su estúpida aventura con la flor, ahora muros adentro vivía feliz de a ratos, viendo la imagen de su amada... pero no era una flor, pero no era su flor.

domingo, 18 de marzo de 2007

La enfermedad de la princesa

- ¿Pero, que es lo que tiene mi hija? - preguntaba el rey al grupo que le rodeaba.
- ¿Acaso no sois los mejores magos del reino, acaso no gozáis de todas las gentilezas del rey, entonces decidme, que es lo que le pasa a mi hija?

El rey Bruno hacía ya 20 años que gobernaba estas tierras, y había sido un rey justo y por ello lo veneraban sus súbditos. Era "el rey del pueblo", así lo conocían.
Su hija, la princesa Clara, hacía cuestión de tres meses que había caído enferma. Fiebre alta que iba y venía, a veces estaba inconsciente durante días y a veces volvía, haciendo que su padre el rey volviese a albergar esperanzas de su recuperación, pero esto no pasaba.

- No encontramos explicación - respondía Lucas, el consejero del rey - Los magos todo lo han intentado.

El rey se había vuelto un hombre solitario desde el día en que su hija cayó enferma, solo se reunía con sus consejeros y magos para evaluar la situación de la princesa, y luego volvía al cuarto de su hija, donde dormía casi todas las noches, haciendo guardia por si la muerte aparecía, como queriendo hacerle frente y así impedirle que se lleve a su único amor.
Su esposa había muerto hacía ya doce años, el mismo día en que la princesa nació, y el rey había volcado todo el amor que tenía por su esposa a la nueva mujer que había entrado en su vida. Durante estos doce años a su hija no le faltó nada, las mejores ropas, las mejores comidas, prácticamente todo cuanto estuviese al alcance del rey estaba a disposición de su hija.

- Ha de estar siendo envenenada - acotaba uno de los magos - su latir es débil, y su carne se vuelve mas blanca cada día, eso es síntoma de envenenamiento.
- Pero quién osaría envenenarla, y bajo mis propios ojos - respondía el rey, con voz enojada.
- No lo sabemos - decía el consejero - además su hija siempre estuvo bajo nuestra vigilancia, y es imposible burlarla.
- Salvo que sea uno de vosotros - proponía el rey, acusándolos con la mirada.
- Esto es imposible - volvía a acotar el consejero - nuestra lealtad es probada, y si alguno fuese el traidor, ya lo hubiésemos encontrado y castigado.

Su hija era tan tierna que nadie pensaría en hacerle daño, su rostro se iluminaba cada vez que sonreía, sus ojos eran azules, los había heredado de su madre y reflejaban la pureza de la niña. Era la debilidad del rey, y desde que había caído enferma la salud del rey también había decaído, comía tan salteado que ya no recordaba si era almuerzo o cena, todas las tardes se encerraba en el cuarto de su hija a leerle cuentos y poemas.

Días después de esta conversación con su consejero y los magos, una campesina que tenía su granja cerca del castillo del rey solicitó ser recibida por este, argumentando que ella tenía la respuesta a la extraña enfermedad de la princesa.
El rey accedió a la extraña visita, a pesar de los consejos de sus mas cercanos súbditos que veían con malos ojos que alguien tan extraño se acercara al rey, pero el padre estaba dispuesto a hacer cuanto pudiese por salvar a la niña.

- Habla mujer, di lo que has venido a decirme - dijo el rey esperanzado por esta visita inesperada.
- Vuestra hija está muriendo por culpa del rey - dijo al fin la campesina.
- Como dices tal estupidez - respondió el rey, mientras desenvainaba su espada y la apuntaba a la cabeza de la campesina.
- La niña no tiene enfermedad alguna - prosiguió la mujer - la princesa muere de tristeza.
- Explícate - amenazaba el rey a la mujer, mientras apretaba la empuñadura de su espada la cual seguía apuntando a la cabeza de la campesina.

La mujer comenzó a explicarle lo que ella había visto durante años, como su padre en su afán de proteger a la princesa había restringido la libertad de la misma hasta hacerla una prisionera del castillo.
La mujer venía todos los días al castillo a vender lo que cosechaba en su granja, y veía como la niña pasaba horas observando el campo por la ventana de su cuarto en lo alto de la torre principal. La princesa observaba como los otros niños, los hijos de los campesinos jugaban y reían, como montaban a caballo y se mojaban los días de lluvia, cosas que para ella estaban prohibidas, no podía hacer nada que no fuese digno de una princesa, y todo lo que la pudiese dañar estaba vedado en el castillo.

El rey había ya bajado su espada, y vencido escuchaba el razonamiento de la campesina, no podía entender como todos los cuidados que había pedido para su hija eran los que la estaban matando.
La mujer convenció al rey de llevar a su hija hasta el establo, donde la princesa enfocaba sus miradas todas las mañanas cuando los caballos eran sacados a trotar.

- Esto le hará bien. - indicaba la mujer, y el rey esperaba que estuviese en lo cierto.

La niña fue llevada al establo en una camilla, y fue dejada sobre unos fardos de paja cerca de una de las caballerizas.
La mujer se alejó del grupo y unos segundos después volvió trayendo consigo a una de las yeguas del establo, una hermosa yegua blanca con una mancha negra entre los ojos.
Apenas sintió el primer relincho, la niña abrió los ojos con dificultad, y luego de unos segundos comenzó a acariciar el hocico del animal.
Un color rosa pálido empezó a invadir sus mejillas, y sus ojos brillaban nuevamente cuando de sus labios escapo una sonrisa.
Su padre olvidando todos los protocolos a los que un rey está atado cayo de rodillas frente a su hija, le tomo la mano y pronunció dos palabras, mirando a su hija dijo "perdón", luego vio hacia donde estaba la mujer y dijo "gracias".

Dos semanas después la niña se había recuperado casi completamente, ahora su día transcurría casi exclusivamente fuera de los muros del castillo, cuando no estaba jugando con los niños del pueblo montaba su yegua a la que había bautizado "reina" como un homenaje a su madre.
Ahora se mojaba cuando llovía, se ensuciaba de pies a cabeza cuando jugaba con sus nuevos amigos, los hijos de la campesina, y su padre la veía volver con una sonrisa tan grande que le era imposible retarla.
Ahora era el rey quien observaba por la ventana, disfrutando ver a su hija tan feliz.
Con todo su poder y riquezas no había podido ayudarla, y fue la libertad y la alegría las que le habían devuelto a su niña, más viva que nunca.

viernes, 16 de marzo de 2007

La boda

"Y vivieron felices para siempre" así termina la historia que aqui comienza, la historia que cuenta el cuento que aquí les cuento.

"Si acepto" dijo ella, mirándolo a los ojos, entregandole el alma.
No habían anillos, ni trajes de alto costo, solo los novios vestidos como cualquier día, mano sobre mano, corazón sobre corazón.
El cura improvisado para la ocasión era Carlitos, el vecino de enfrente de Andrés el novio. Carlitos y Andrés habían compartido muchas aventuras juntos, y en esta ocasión no lo podía dejar a pata, y si bien de cura no tenía nada, se había aprendido el versito y estaba dispuesto.

No daba para ir a una iglesia, con una reunión entre amigos alcanza y sobra, así habían acordado Andrés y Claudia, los novios, total a nadie más le importa.
No era nada del otro mundo, a la fiesta estaban invitados los amigos íntimos, la hicieron en el barrio, en el fondo de la casa de Beti, la amiga de toda la vida de Claudia, en total eran... bueno más o menos unos diez, contando a los novios y todo.

De comer habían juntado poco, es que no había mucha plata, unos bizcochos que trajo Victor, el mayor del grupo, el que se encargaba de la organización, que además había pedido que alguien si podía trajera una torta, pero como no dio para tanto, en su lugar consiguieron una rosca dulce, y la adornaron con grageas y chocolates. Al final de cuentas está bien, lo importante era celebrar.

El día anterior Claudia lloraba y reía como loca, una mezcla de nervios y alegría, mientras sus amigas le ayudaban a elegir el atuendo.

- Este pantalón te va bien, lo usas con esa blusa, la amarilla esa que te queda tan linda.
Para el no fue tanto el problema, los vaqueros de siempre y la camisa bien planchada, eso si, los zapatos si, los que usa para las fiestas, los veintiúnicos, que ya tienen su tiempo pero que todavía sirven para hacer facha.

Hacía una semana que lo habían decidido, el se lo había pedido de rodillas, tal como en las peliculas. No le importaba que dijeran los demás, "total nunca me toman en cuenta" decía medio ofendido, "al que no le guste que no mire" y tenía razón.
Todos mas o menos sabían que eran el uno para el otro, los dos estaban medios locos, "mira que casarse así tan de repente, está bien que se quieran pero están medio locos" asi los molestaban, medio en joda medio en serio, pero ellos se reían, que sabrían los otros de todo esto.

Hacía tan poco que se conocían, solo hace dos años que Andrés había llegado al barrio, pero el amor le pego de lleno el primer día que vio a Claudia, y ella sabía también que ese fue el momento.
Y así fue como empezó la historia, un cruce de miradas y una sonrisa.
El final ya lo conocen, después del "si acepto" vino la fiesta, cortaron la rosca y brindaron con jugos.
Vivieron felices para siempre es lo que dicen, yo no los volví a ver desde la fiesta, se que Andrés entró a la escuela ese mismo año, a sus jóvenes seis años ya era casado, y su novia algo mas grande, de siete y pico.


Dedicada a Lukita que pidió una historia feliz !!!

martes, 13 de marzo de 2007

La lección

- Papá, en que árbol crecen las balas ? - preguntó el hijo a su padre, un perro labrador experto en detección de explosivos del ejército inglés en Afganistán.
- No hijo, quién te metió esas ideas, las balas no crecen en los árboles - le explicaba el padre.
- Pero entonces como es que crecen, como se vuelven tan venenosas ? - vuelve a preguntar el perrito, de solo 10 meses de edad.
- venenosas ? no, las balas no son venenosas - le intenta explicar, tratando de disimular la gracia que le provocaban esas preguntas.

El padre, un perro ya adulto y con mas de 5 años de experiencia en el ejército intuía hacia donde quería llegar su hijo.
Hacía una semana el perro lider del escuadrón antibomba había muerto al ser alcanzado por una bala durante un fuego cruzado con supuestos terroristas. La muerte del lider del escuadrón había hecho ascender al padre del pequeño hasta el puesto de nuevo lider, algo que había esperado desde que entró a la fuerza, pero al parecer esto preocupaba a su pequeño hijo.

- Pero las balas matan papá, deben ser venenosas, además yo ví una el otro día, y parecen bellotas, deben ser de algún árbol - continuaba explicando su razonamiento el pequeño.

El padre decide explicar con mayor detenimiento y así terminar la conversación que ya se le estaba haciendo algo incomoda.

- Las balas no crecen en los árboles hijo mío, las balas las hace el hombre, el las fabrica con materiales que solo el sabe manejar, y tampoco son venenosas, las balas matan porque provocan mucho daño al entrar en el cuerpo.

El hijo miraba con ojos grandes, asombrado de su nuevo descubrimiento, pero era demasiado curioso como para detenerse en ese momento.

- Y para que usan las balas los hombres ? - volvió a preguntar el perrito.
- Para combatir a sus enemigos - replicó el padre - por ejemplo en una guerra - agregó después.
- Guerra ?, que es la guerra ? - seguía preguntando el perrito.

El padre intentaba explicarle lo complicado que es la guerra, dándole una explicación lo suficientemente confusa como para que su hijo abriera los ojos tan grandes como podía y ya perdiera el control de su lengua que colgaba de su boca abierta al máximo de sus posibilidades.

Luego de un rato de quedar así, el perrito comienza de nuevo...
- Y por que los hombres hacen guerras papá ?
- Hay muchas razones, pero sobre todo se inician cuando un grupo de hombres quieren algo que otros tienen - le responde ya cansado el padre.
- Y por que no lo piden prestado ? - pregunta inocentemente.
- Porque lo quieren solo para ellos, no lo quieren devolver - responde rapidamente el padre.
- Pero eso esta mal papá, y además por que lastiman a los que si lo tienen ?
- Porque los que lo tienen no siempre quieren entregarlo, puesto que saben que no lo van a ver más - responde el padre que cada vez se sentía mas raro al responder estas preguntas.

Y al fín el hijo hizo la pregunta que el padre esperaba...
- Y por que mataron al perro jefe de la brigada, si el no tenía nada ?
- No lo querían matar a él, eso fue sin querer, el estaba con los amos, cuidandolos.
- Pe-pe-pero... como que sin querer ?, si la guerra es con los amos, por que le dispararon - preguntaba con un nudo en la garganta el pequeño, los ojos comenzaban a achicarse y a empañarse por el llanto que aparecía.
- Es que los hombres cuando van a la guerra no piensan bien, y lo que comienza como avaricia pasa a ser odio, y luego no ven a donde disparan, solo les importa disparar y hacer daño - el padre no podía creer lo que acababa de decir, cosas que siempre vio pero nunca las pensó de esa forma, su cabeza estaba mas confusa que la de su hijo.

- Y a ti también te van a matar papá ? - preguntó el pequeño perrito, ya sentado en sus patas traseras y con un par de lagrimas corriendole en el hocico.

El padre tembló al escuchar esa pregunta de la boca de su hijo...
- No, por supuesto que no - respondió el padre para que su hijo se tranquilizara, pero por dentro el miedo lo recorría.
- Dejemos de hablar de eso - dijo por fin el padre intentando acomodarse, y llevó a su hijo a buscar algo de agua para lavarse la cara y luego ponerse a jugar, intentando olvidar la conversación.

Ese día ambos padre e hijo aprendieron algo, el hijo aprendió que las balas no crecen en los árboles ni son venenosas, y el padre aprendio que las balas crecen en los árboles de la avaricia que el hombre cultiva, y que el veneno del odio con el que las riega todos los días las hace tan mortales.

sábado, 10 de marzo de 2007

Historia de animalitos II: Las bestias

Y al fin, llegó el águila, junto con sus custodias (alimañas varias), y la pradera se conmocionó, tal cual se había previsto.

Y aparecieron los bichitos, a protestar porque si, y a protestar porque no, lo importante era protestar.

Y aparecieron las bestias, esas a las que nadie quiere invitar a una cena, y vinieron a hacerse ver, como siempre, no se iban a perder la oportunidad.

Entre las fieras que concurrieron se encontraba el león, el león anarquista, ese que no escucha razones, ese que hace años quedo ciego, y ahora gruñe a todo lo que se le cruza, porque no puede ver y porque no quiere ver.

También había un gorila con su viejo traje de guerrillero, un gorila venido a menos, ya más chiquito, y con menos fuerza para gritar, pero igual gritaba, y gritaba tanto que no podía escuchar, no se daba cuenta que cuanto más alto gritaba, menos lo escuchaban. Y este gorila arrojaba cuanta cosa encontraba contra toda cosa, animada o inanimada que quedara bajo la sombra del águila.

Y que se le va a hacer, todo buen bichito sabe que las bestias no ven bien, solo ven en blanco y negro, y algunas ni siquiera eso, algunas como el león, hace rato quedaron ciegas.

Las hienas reían, disfrutaban del espectáculo, no sabían ni a que habían ido, o si pasaban por ahí, pero ahí estaban, como buenas carroñeras saben que donde hay lio hay comida, y no se iban a ir con las manos vacías.

El gran oso de pradera, tímido imitador del gran oso ruso no hizo mucho, se dedicó a observar y a recordar cuando el también era una bestia.

Por el otro lado, también habían fieras, pero de las amaestradas, un grupo de perros policias cuidaban el orden, todo para que el águila no se enterara de que en esta pradera no todos la reverenciaban.
Estos perros siempre se llevan la culpa, porque tienen fama de mordedores, y ta... es cierto que les gusta morder, pero no siempre muerden primero.

En fin hoy fue un día especial en la pradera, todos los bichitos cumplieron su papel, muchos de ellos en su total derecho, puesto que todos sabemos lo que el águila hace... y todos sabemos también que no lo va a dejar de hacer, aunque nos peleemos entre bichitos, porque al final de cuentas al águila eso también le sirve.

Al terminar el día, cuando ya las bestias dormían, cuando la noche borraba la vergüenza de muchos bichitos, un buho de esos que dicen que son sabios, mirando a la luna se preguntaba... "tanto lio pero... se habrá enterado de algo el águila ??"

viernes, 9 de marzo de 2007

Historia de animalitos

Cuenta la historia del día en que el águila nos vino a visitar.

Nadie sabe bien porque abandonó su cómodo nido allá arriba en el norte, tal vez porque andaba con frío, o porque quería conocer esas tierras lejanas que solo veía cuando el atardecer iluminaba medio de costadito, y en el reflejo del agua se veía como un cerro muy chiquitito... si y ahí estábamos nosotros, los bichitos olvidados del sur.

De este lado, en las praderas verdes, en donde el clima es templado y la carne abunda, acá pasaba de todo.

Unos daban saltos de alegría, al fin el águila de dignaba a aceptar su invitación, estos eran los mismos corderos que habían ido hace poco hasta el nido mismo del águila, a pedirle que no nos comiera, o por lo menos que el picotazo fuese mas chico.
Pero dentro del rebaño principal, también habían quienes no veían la llegada del águila como algo bueno, decían que si viene no viene sola, viene con los lobos, algunos chacales y coyotes, buitres y todos los bichos carroñeros que la rodean normalmente, es un riesgo invitarla a comer, no se puede confiar en su mal genio.

También estaban los contras, un grupo de cuervos que siempre fueron dóciles sirvientes del águila, que durante mucho tiempo eran los primeros en señalarle a las ovejas mas débiles para que el águila no se cansara mientras nos comía de a poco, pero ahora, ahora que el águila venía a vernos invitados por los corderos, ahora encontraban los peros en todos lados, que si vienen se les va a terminar el pasto, que el pastor se va a enojar, etc.

Pero no solo en esta pradera había movimiento, en los campos vecinos se juntaban a hablar y chismosear los bichitos. El lorito bolivariano, el hijo menor y no muy bien agraciado del gran loro de la habana, ahora quiere tomar el lugar de papá, y habla y habla tratando de que alguien lo escuche, y siempre hay alguien que escucha.
Y para escuchar y hacer lio, nadie mejor que la comadreja, esa... la que vive del otro lado del río, pasando la presa que los castores piqueteros ahora nos prohíben usar, pero esa ya es otra historia.

Y bueno, en fin, ya no hay marcha atras, el águila se acerca, ya se ven algunos chacales dando vueltas, los corderos preparan la mesa, los cuervos miran desde arriba de algún árbol, y los bichitos vecinos siguen hablando.

Y yo, como otros tantos bichitos subdesarrollados pienso y me pregunto... saldré vivo de esta ?

jueves, 8 de marzo de 2007

Y esto con que se come ?

Mmmm, y esto ??
A ver... "click aquí para crear su blog"... CLICK
"Que nombre desea ponerle"... mmmm, me mataste, no se me ocurre nada...
"Pensadonia", estará libre ?? a ver... "Comprobar disponibilidad"... si, ta libre... y si, a quien se le iba a ocurrir esta pavada :-P
"Ya tenes blog"
Y ahora ??...
Ahora mi primer post (aca iba a hacer una referencia "nerd" a un post HTTP, pero no da)
Ta, como ven no tengo idea de que poner... así que hasta la próxima !!!!!!!!!!!