El ogro y la flor
En un castillo alejado de la civilización vivía el ogro que hoy en este cuento se entromete.
Era un ogro bueno, a pesar de su ogra apariencia y la mala fama de sus iguales, nunca había matado ni una mosca y no estaba en sus planes hacerlo.
Era víctima de las burlas de otros ogros, que como no lo entendían lo menospreciaban, "no merece llamarse ogro" le decían con risa burlona.
Su castillo era grande, algo viejo y venido a menos. Estaba rodeado de un jardín inmenso, grandes enredaderas subían por las paredes del castillo, pero sin embargo en su jardín no crecían flores, ninguna de sus plantas a las que cuidaba con gran esmero era capaz de producir una flor.
A veces, cansado de ese paisaje tan verde y falto de flores, salía a explorar los campos vecinos donde las flores crecían por todos lados. Estas flores, que ya conocían al ogro y que sabían que no debían temerle, lo saludaban al pasar, algunas le regalaban una sonrisa, y el se detenía a admirarlas y saborear su aroma.
Un día, mientras caminaba por estos prados en flor una loca idea vino a su mente, antes de arrepentirse tomó una flor del camino y echó a correr, las otras flores lo miraban asustadas, nunca el ogro les había inspirado el menor de los miedos, y hoy se llevaba a una de ellas.
Corriendo al máximo de sus fuerzas el ogro al fin llegó al castillo, miró a su flor y vio en ella el reflejo del temor. Intento explicarle a la flor las razones de su acción, hablándole de sus incontables intentos de crear una flor propia.
El ogro puso a la flor en una maceta, la regó y cuidó haciéndole notar cuanto la amaba, le contaba lo dichoso que era al tenerla consigo. Y así al poco tiempo la flor ya no tenía miedo ahora se sentía única, de echo en su jardín ciertamente lo era, pero además sentía que era la única flor que tenía alguien que la amara a ella y solo a ella.
Esa noche, el ogro durmió tranquilo, el arrepentimiento de su loca acción ya se había desvanecido entre las lágrimas de felicidad por haber conseguido su anhelo.
Al día siguiente al despertar, corrió al jardín donde había dejado la flor a ver como había amanecido, al cruzar la puerta miro hacía el jardín y cayó de rodillas, su flor, su amada flor amanecía muerta.
No entendía ni como ni cuando, si el la había dejado hacía apenas seis horas tan viva y tan bella, y ahora como es esto, como es que su jardín vuelve a estar desierto.
La enterró en el mismo lugar donde había vivido, el mismo rincón del jardín donde la lloró durante días.
Al pasar del tiempo comenzó a olvidarla, se sentía vacío al no tenerla cerca, en su mente apareció otra loca idea, tenía que hacer algo para no perderla.
Dibujó en un papel la imagen de su amada, la flor que ahora en colores de crayolas volvía a nacer.
Ahora el ogro no salía ya más de su castillo, avergonzado de su estúpida aventura con la flor, ahora muros adentro vivía feliz de a ratos, viendo la imagen de su amada... pero no era una flor, pero no era su flor.
2 comentarios:
Qué tierno... :P
Me encantó que dibujara la flor con crayolas.
Me encantan los cuentitos, Willy, qué bueno que sigas inspirado. :D
Otro lindo cuento, como todos ^^
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