domingo, 3 de febrero de 2008

Rebelde

Las noticias de la invasión ocupaban casi todo el tiempo al aire de las pocas emisoras de radio que aún transmitían. La información básicamente era sobre las rutas que seguía el ejército invasor, el cual avanzaba a pasos agigantados por el territorio casi sin obtener resistencia.
Su ejército era más numeroso, mejor armado y con preparación de elite. Las fuerzas de la defensa caían como moscas.

- ¡¡¡Son los tanques mamá, se escuchan los tanques!!! – entra el niño corriendo a la casa.

La madre lo empuja hacia el sótano, donde ya tenían armado su refugio para cuando llegara este momento. El niño se sienta en el piso abrazándose las piernas mientras la madre lo abraza y ambos permanecen inmóviles, esperando que todo pase.
Las explosiones hacían vibrar las viejas estructuras de la casa, el niño también temblaba como acompañando el ritmo de las explosiones, mientras la madre intentaba calmarlo repitiendo constantemente “todo va a estar bien”.

Pero el niño sabía que ella solo lo decía para tranquilizarlo, por dentro lo recorría el miedo de perder a su madre. Por un momento recordó lo que sintió hace no más de una semana cuando su padre salió de casa para unirse a las fuerzas de la defensa, desde hace ya tres días que no tienen noticias de él.

La idea de morir lo aterraba, pero era mayor el miedo de perder a sus padres solo por no tener la edad y la valentía suficiente para defenderlos.

- A donde vas, regresa aquí – grita aterrada la madre cuando el niño se libera de su abrazo y sale corriendo a la calle.

Corriendo tan rápido como pudo llegó hasta la avanzada de los tanques enemigos. Allí empuñando un palo que había recogido en el camino se dispuso a hacerles frente.

El tanque que venía encabezando la fila se detiene repentinamente frente al niño.

- Muévete rápido niño, esto es una guerra de adultos, no tienes nada que hacer aquí – le grita el soldado que aparece desde dentro del tanque.

El niño no parece desistir, con la mirada fija en los ojos del soldado le responde.

- Tú no puedes matarme, ni a mi ni a mi madre – grita tercamente el niño mientras aprieta fuertemente su improvisada arma de madera.
- Tú no puedes matarme porque yo no quiero morir – vuelve a gritarle al soldado.

¿Qué debía hacer el soldado?
Sus años de entrenamiento militar lo habían preparado para muchas cosas, menos para un niño con un palo.
Se decide a llamar a su comandante, que fuese él quien tome la decisión.

Al llegar el comandante en su transporte se encuentra con una escena que no soñó ver nunca en su vida. Un convoy de tanques detenido por un niño de no más de nueve años con un palo.
Tras pedir explicaciones hizo lo que debía hacer, tomó una desición y se dispuso a ejecutarla. Se dirigió hacia en niño y sacó su arma, le quito el seguro y apuntó a la cabeza.

- Si no te mueves me veré obligado a dispararte – intentó persuadir al niño por la fuerza.

Pero el niño no se movió, con la mirada fija en los ojos del comandante seguía empuñando con firmeza su palo.
El comandante también permaneció inmóvil varios minutos, apuntando al niño con su arma, con la esperanza de que este desistiera y no tener que disparar.

Al fin el comandante bajó su arma, rendido ante la terquedad del niño decidió intentar convencerlo con razones.

- ¿Por qué arriesgas tu vida de esta forma, acaso estás loco? – pregunta el comandante.
- Loco es usted al venir hasta aquí e intentar quitarme todo lo que yo quiero – responde el niño manteniendo la firmeza de su actitud.
- ¿Qué es lo que quieres? – continua el comandante.

El niño intenta explicarle la razón por la que estaba allí parado frente a todos estos tanques. Le habla de su madre que está en casa preocupada por él, de su padre que arriesgaba también su vida por defenderlos y le habló del miedo que tenía de perderlos y quedarse solo.

El comandante comenzaba a sentirse incomodo de su posición, él solo obedecía órdenes, órdenes que no debían ser desafiadas. Pero estas órdenes habían sido tomadas por algún general de esos que nunca entran en batalla.

Luego de unos minutos pensando que debía hacer se reunió con sus subordinados y decidió retirarse.

- Creo que hoy te has convertido en un héroe niño – le dice mostrándole una sonrisa.

El niño no podía creer lo que había logrado, el solo había hecho retroceder a todo un batallón, había salvado el pueblo, había salvado a su madre.

Otra fuerte explosión hace temblar los muros del sótano, el niño vuelve a la realidad y se refugia en los brazos de su madre.
La madre lo abraza fuertemente y repite.

- Todo va a estar bien mi amor, todo va a estar bien.