martes, 10 de julio de 2007

De sapos y pozos, fosas y sopas

Su charco era el mejor ubicado de todo el pantano, el sol le daba de lleno en la mañana calentándole el agua para su baño matinal, al mediodía el alto sauce le daba la sombra justa para no achicharrarlo.
En el pantano era envidiado por el resto de sus congéneres, nadie sabía como había llegado este feo sapo a hacerse acreedor de tan hermosa parcela de barro y agua, seguramente la habría heredado.
A pesar de lo envidiada de su posición terrenal el sapo se encontraba muy desconforme con su húmedo presente, al fin y al cabo era solo un pozo de barro, algo indigno para sus encumbrados anhelos.

El pantano estaba alejado de toda ciudad humana, algo que para la mayoría de los sapos era una bendición, pero para el sapo de este cuento era un auténtico desastre.
Como todo buen sapo de cuentos este no podía ser menos y vivía esperando el día en que alguna triste princesa, desengañada del amor, caminara por la rivera del pantano y posara su mirada en su verde figura. Un sapo tan atractivo como él no podía pasar desapercibido por una princesa y seguramente esta le regalaría el beso que lo convertiría en príncipe.

Pero por este pantano no pasaban princesas, ni caballeros pasaban, ni siquiera los mendigos del pueblo se acercaban demasiado, era un pantano maloliente donde no había mucho para ver.

A veces era motivo de burlas de sus vecinos, un sapo que renegaba de su condición de batracio y que pretendía por esposa nada menos que a una mujer humana y por si esto fuera poco, princesa.

La espera lo llevó al cansancio y el cansancio a la desesperación, y un día decidió salir a su encuentro, al encuentro de su amor de cuentos de hadas, la princesa que de él haría un príncipe. Y así fue, sin nada más que la esperanza partió del pantano dejando su pozo atrás en donde ya sus congéneres se disputaban la posesión.

De cuando en cuando paraba para descansar y conversar, conversaba con todo aquel que se le cruzaba, es que quería que todos supieran que se iba a casar.

-¿Y con quien te vas a casar sapo? – le preguntaban
- Con la princesa – respondía sin vacilar

Algunos reaccionaban con sorpresa y otros con carcajadas, pero el sabía que su futuro ya estaba escrito.

Nota del Autor: Bueno, su futuro todavía no está escrito, en realidad todavía lo estoy escribiendo.

Semanas después del comienzo de su aventura el sapo llega al fin a las afueras del castillo, su alegría se mezcla con la incertidumbre de imaginar como sería su princesa, sería rubia o morocha, su color de ojos sería azul o tal vez marrón, su voz seguramente será suave y melodiosa.
Sin embargo al encontrarse tan cerca de su amor se encontró con un nuevo reto, el castillo permanecía cerrado y la honda fosa que lo rodeaba estaba plagada de hambrientos caimanes que se sentirían honrados en devorarlo sin siquiera dudarlo.

Así paso un par de días, imaginando las soluciones a su estancada situación, hasta que el puente del castillo bajó, el tráfico de gente yendo y viniendo comenzó a aparecer y esta era la oportunidad que el tanto había esperado.

Sin dudarlo más emprendió su última carrera como sapo hacia su nueva casa, pero antes de lograr cruzar el largo puente hacia el castillo sintió que era atrapado por unas manos delicadas que luego lo apresaban dentro de una tibia bolsa de tela.

Al día siguiente en el castillo se preparaba el banquete para anunciar la boda, la larga mesa del rey se vestía de gala al igual que los invitados.
A la hora del almuerzo el ambicioso sapo al fin cumplió su sueño, los labios de la hermosa princesa se posaron sobre él, pero ya era demasiado tarde, el sapo era sopa y no había hadas que lo ayudaran ni tiempo para transformación.