En pocas palabras
Al
entrar fue directo a la barra, se sentó en el último banco y pidió una cerveza.
Montevideo soplaba ya sus fríos de invierno y fuera del pub la gente intentaba encontrar el rumbo mientras caía la noche en Ciudad Vieja.
Ella
lo había visto llegar, lo siguió con la mirada mientras él recorría el tramo
entre la puerta y la barra.
Él ni siquiera la notó.
Hipnotizado
por quien sabe que pensamiento, Gustavo permanecía sentado mirando el vacío a
través de su cerveza.
Pasaron unos segundos hasta que volvió a la realidad y comenzó a escudriñar el pub. Fue en ese momento que se encontró con la mirada de esa mujer.
Ella
le dedicó una sonrisa.
Él
bajó la mirada con timidez y luego le devolvió el gesto.
Unos segundos de indecisión, una gran bocanada de aire y al fin tomó su cerveza y se dirigió hacia la mesa desde la que ella lo continuaba observando.
- ¿Esta silla está ocupada? – le preguntó.
Ella
solo sonrió.
Él
se presentó y luego le preguntó su nombre.
- Claudia – respondió ella sin poder quitar la sonrisa de su rostro.
Gustavo
aprovechó la hipnotizante y al parecer incansable sonrisa de Claudia para
comenzar una conversación.
Entre bromas sobre dientes brillantes, sonrisas de porcelana y otros chistes
tontos que su cabeza dejaba escapar, la conversación fue avanzando.
-
Ya descubrí tu secreto – Se atrevió a pronunciar Gustavo.
- Es el color del labial, ese rojo carmesí hace resaltar más el blanco de tus
dientes. – Finalizó su teoría.
Los dientes son tema de bromas, pero los labios, todos saben que son tema serio. Gustavo también lo sabía, así que decidió cambiar el tono de su voz y mirarla directo a los labios como si de ellos esperara una respuesta que no tenía palabras.
La expresión de Claudia también cambió, su boca se cerró ocultando la sonrisa, pero en lugar de una mueca de disgusto sus pómulos se elevaron y dejaron ver una expresión de complicidad y picardía.
La señal fue recibida al otro lado de la mesa, donde Gustavo permanecía atrincherado esperando la oportunidad para atacar, y esta señal era una clara invitación a la guerra.
Mientras
ella continuaba mirándolo a los ojos, él decidió tomarle la mano y en el mismo
movimiento, casi sin interrupciones ni dudas, su cuerpo se abalanzó hasta
alcanzar la frontera enemiga.
Se detuvo a solo un par de centímetros de su boca y retrocedió solo unos milímetros,
como dudando… pero a la distancia justa para esperar el contraataque.
Ella respondió casi instintivamente, y sus labios apenas rozaron los de Gustavo, fue suficiente.
Ambos retrocedieron, volviendo a sus trincheras a esperar el siguiente movimiento del otro.
Ella decidió hablar.
- ¿A que se debe toda esta farsa? – preguntó mientras volvía a sonreír, intrigada por la última ocurrencia de Gustavo, de celebrar de esta forma su quinto aniversario.
Él, manteniendo la mirada en los ojos de Claudia al fin responde.
- Sólo quería probar esos labios, otra primera vez.
1 comentario:
Jajaja 😂 muy buena la historia, cortina,no precisa seguir contando nada más
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