jueves, 12 de diciembre de 2024

En la mira

 


Ritmo cardíaco, 60 pulsaciones por minuto.

  - Inhalo, exhalo. – Repitió mentalmente, como un mantra de meditación.

Distancia, 932m, viento del este, noreste de 14km/h.
La mira fija, 7 grados por sobre el objetivo, para compensar la distancia.
El índice presiona lentamente el gatillo hasta que el mecanismo se libera y el percutor inicia la detonación.

La bala viaja a cerca de 860 metros por segundo, en apenas un parpadeo, llega a su objetivo.

El General Lima cae de rodillas, luego continúa su caída hacia adelante y su torso golpea el piso, seguido por su cabeza sangrante.

La sonrisa de otro trabajo terminado con éxito se dibuja en el rostro de Luca.

Era el mejor francotirador qué el dinero podía pagar. Y su conocimiento de la zona amazónica era un plus, que él se encargaba de hacer valer.

¿Qué había hecho el General Lima para merecer esta suerte?, Luca no lo sabía, nunca preguntaba. Pero seguramente su presencia en ese campamento en plena selva, acompañado por un contingente de apenas 5 soldados, y con un par de grandes valijas qué no parecían contener material militar, le bastaba para entender que su última víctima no era trigo limpio.

El resto de los soldados no eran parte de la misión, así que ya no tenía nada que hacer en esa selva. Desarmó su rifle con tranquilidad, seguro de que la distancia y su camuflaje le daba gran ventaja en la huida. Igualmente cargó su ametralladora (por si encontraba resistencia) y partió rumbo al punto de extracción junto al río Putumayo.

Allí su contratante le iba a esperar con una lancha para llevarlo a la ciudad más cercana del lado brasileño.

Al volver a casa, verifica su cuenta de Bitcoins y encuentra que el pago acordado fue correctamente acreditado. No más preocupaciones por el momento, solo descansar y esperar alguna otra asignación que requiera de sus habilidades.

Luca era un hombre de vida tranquila. Tenía su casa cerca de una ruta secundaria en la provincia de La Pampa, en Argentina, lo que le permitía estar aislado de las ciudades y los vecinos curiosos.

Además, la soledad de los parajes de La Pampa le daban un campo de entrenamiento y tiro que sabía aprovechar.

Los trabajos llegaban por correo electrónico, desde una cuenta en un servicio dentro de la Deep web. Eran enviados por un contacto que nunca quiso identificarse, algo que él agradecía.
Su contratante nunca había fallado en un pago, además de que parecía tener muy buenos contactos en todos los lugares donde enviaba a Luca. Él sospechaba que podía ser un agente de la CIA norteamericana, o alguna organización similar.

Pasó aproximadamente un mes y medio hasta que volvió a tener noticias.
Esa noche, al verificar como todas las noches su cuenta de correo vio que una nueva asignación le había llegado.

La nueva víctima era esta vez, un científico de origen estadounidense.
Ben Morris, genetista con amplia experiencia en trabajo con mutaciones y experimentos reñidos con la ética. Según el informe, se encontraba en un laboratorio en medio de la región de Darién, en pleno Panamá, una zona inaccesible y peligrosa, nada nuevo para Luca que ya había trabajado allí.

Luego de una corta planificación y preparación del viaje, parte hacia su nuevo destino al día siguiente.

Dos días después, luego de viajar por carretera, avioneta y algunos tramos en camioneta 4x4 atravesando caminos agrestes, al fin llegó a la ciudad de Metetí, en plena región de Darién. Ese sería su último contacto con la civilización antes de adentrarse en la jungla para realizar su trabajo.

A la noche, en la habitación de un pequeño hotel, en pleno centro de la ciudad, repasó los detalles de su misión.
El acceso iba a ser complejo ya que la densa jungla alberga variados peligros.
Además la zona era también la ruta de acceso de miles de migrantes que emprenden su intento por atravesar Centroamérica para llegar a los Estados Unidos. Podría encontrarse en el camino con algún contingente de personas o una patrulla de las que busca detenerlos y deportarlos nuevamente a su país de origen.

A la mañana parte al fin, solo con su mochila, sin más armas que una pistola 9mm oculta en su cintura y un cuchillo en su pantorrilla.
Logró conseguir que una camioneta que salía del pueblo lo llevara. No fue poca la incredulidad del chofer al tener que acceder al pedido de Luca de que lo dejara en medio de una ruta, solo y sin más equipaje que esa liviana mochila, al borde de la selva.

Luca observó como la camioneta se alejaba y emprendió su viaje a las entrañas de la jungla. Allí, a unos cuantos cientos de metros, recogió el bolso con las armas para el trabajo que su contratante le había dejado.
Además del rifle, un par de ametralladoras, granadas y municiones suficientes para armar una pequeña revolución. Verifica que todas las armas estén en condiciones y emprende el camino a su objetivo.

El laboratorio estaba en medio de una frondosa vegetación, invisible desde lejos debido a la altura de los árboles, era imposible llegar hasta allí si no se sabía por dónde ir.
Al observar desde lejos, vio que el mismo era custodiado por demasiados soldados como para ser una edificación civil.

Todos los guardias (que cubrían sus rostros con pasamontañas y estaban fuertemente armados) mantenían una rutina de vigilancia perfectamente sincronizada. No había rincón de las instalaciones que no estuviese cubierto, ni posibilidad de infiltrarse sin ser detectado.

Las siguientes horas las dedicó a lo único que podía hacer, observar y buscar una debilidad en esa infranqueable fortaleza.

Fue en la noche cuando, observando con sus binoculares, logró ver una de las ventanas del nivel inferior, en donde al parecer se encontraba un comedor o salón común, en donde algunos soldados iban a descansar (no sin antes ser sustituidos en su puesto por otro soldado que seguía la misma sincronizada rutina).

En ese comedor, logró ver al fin el rostro de uno de los guardias, que en la distancia y a través del vidrio se le presentaba familiar. Decidió acercarse unos cuantos metros más, siempre caminando oculto y camuflado. El trayecto de aproximadamente 80 metros le llevó más de 5 minutos.

Desde su nueva posición intentó nuevamente revisar la ventana del salón de descanso. Veía las cabezas de unos soldados, pero no lograba ver ningún rostro. Hasta que uno de ellos se levantó y miró hacia la ventana, sin saber que era atentamente observado por Luca.

La sorpresa fue extrema, el guardia se parecía sorprendentemente a él, la misma barbilla hendida, la frente estrecha, los ojos negros y la nariz chata. La única diferencia era la juventud del guardia, parecía tener entre 25 y 28 años, que contrastaba con los 52 años de Luca.

La sorpresa fue aún más grande cuando otro guardia entró al comedor. Nuevamente el mismo rostro, aunque este más entrado en años, con el cabello ya canoso, parecido al suyo.

Al cabo de 20 minutos que permaneció en aquella posición, escudriñando con sus binoculares todo lo que pasaba en la habitación, contó por lo menos 5 personas distintas, las cuales compartían rostros y rasgos físicos. Todos con la misma altura y complexión.
Las únicas diferencias notorias eran relacionadas a las características de la edad, algunos parecían jóvenes de menos de 30 años, otros ya habían alcanzado la madurez.

Fue ahí que observó el resto de los guardias nuevamente, aquellos que continuaban sus recorridos sincronizados alrededor del laboratorio, escondidos tras sus pasamontañas.

Todos compartían las mismas características de altura y complexión física, seguramente también, detrás de sus negras máscaras, compartirían rostro con Luca.

Volviendo en su cabeza a repasar su misión, recordando que el doctor Morris era un destacado genetista que repetidas veces había transgredido las reglas éticas de la profesión, imaginó que, de alguna manera, estaba involucrado en algún plan de clonación humana.
Pero igualmente esa explicación le resultaba insuficiente, ya que no lograba despejar la duda mayor, ¿por qué, todos aquellos soldados, se parecían a él?

No tenía forma de comunicarse con nadie, ya que una de sus reglas es que no llevaba ni teléfonos, ni ningún dispositivo electrónico que pudiera alertar de su presencia.

La única alternativa para despejar sus dudas era infiltrarse en el complejo e investigar por su propia cuenta.

La misión de asesinar al científico había quedado en segundo lugar, estaba rompiendo su regla más valiosa, no involucrarse.

El método para la infiltración estaba servido en bandeja, todos los guardias eran él, así que él, podía ser cualquier guardia, solo debía conseguir un uniforme y una de esas armas que cargaban.
Y en bandeja también le llegó su pasaje de entrada. Por uno de los pocos caminos que daban acceso al complejo, venía uno de los guardias, encapuchado, conduciendo una camioneta que parecía llevar una carga importante.

El disparo, apenas perceptible debido a la acción del silenciador, fue certero, directo a la sien del soldado. La camioneta se detuvo luego de impactar contra unos arbustos en la misma curva donde Luca esperaba.
El vehículo quedó con algunas marcas del impacto, pero nada que le impidiera volver al camino e ingresar sin levantar demasiadas sospechas.

Una vez que se vistió con el uniforme del soldado recién asesinado, el que tuvo que ensuciar con algo de tierra para ocultar las manchas de sangre, secuelas del disparo, Luca dirigió nuevamente la camioneta hacia el complejo.

Al llegar al portal de ingreso, le pidieron su nombre y un código de acceso. Por suerte para él, el soldado había dejado debajo de la planilla donde estaba el detalle del embarque que había ido a buscar, la clave de ingreso escrita en un papel. Su nombre lo obtuvo de la identificación que tenía en su bolsillo.

La entrada no fue complicada, y se dirigió con la camioneta al único lugar que parecía estar esperando una carga.
Luego de estacionar, entregar la planilla y delegar la descarga de las cajas, se dirigió hacia el interior del complejo caminando con seguridad, para no delatar su condición de intruso.

Dentro, debió quitarse el pasamontaña al igual que todos los clones que deambulaban por el complejo. Era una medida de seguridad casi perfecta, cualquier persona que caminara por estos pasillos y que no fuese idéntico, se vería sospechoso, excepto que, en este caso, el Luca original era invisible al ojo de cualquier interno.

La única persona diferente que se cruzó fue el doctor Morris, el cual, vestido con camisa blanca parcialmente desabotonada y pantalones de jean, se dirigía escalera abajo con apuro.

Luca decide seguirlo, caminando tranquilamente detrás de él, pero con cuidando que nadie sospeche de sus intenciones.

Al entrar al laboratorio, detrás del doctor Morris, este se dio vuelta e increpó al guardia.

  - Ustedes no pueden entrar aquí, ya lo saben. – Dijo enojado.

El enojo se disipó cuando notó que las marcas de la edad de este guardia no coincidían con las que acostumbraba a ver. Después de todo, el vio nacer y crecer a la mayoría, además de convivir con ellos hacía varios años.

La cara de miedo del doctor alertó a Luca, que desenfundando su arma le indicó que no hiciera ningún ruido y continuara hacia dentro del laboratorio.

  - Quiero saber que está pasando, muéstreme que es lo que está haciendo. – Le ordenó al doctor.

Morris, apuntando hacia un archivero que quedaba en la pared más lejana, le dice que toda la información estaba allí.
Luca movió la cabeza en dirección de la pared, pero acostumbrado a lidiar con rehenes, detectó rápidamente que el doctor quiso escapar, corriendo hacia la puerta a toda velocidad. Sin parpadear, Luca apretó el gatillo de forma casi instintiva y la bala entró en la nuca de Morris, que cayó al piso y quedó totalmente inmóvil.
Su misión había sido cumplida, pero su curiosidad le nublaba el juicio, por lo que, sin siquiera pensar en el escape, se dispone a investigar el origen de esta locura.

Uno de los archivos que encontró, de los más viejos, informaba de los experimentos de clonación. Habían comenzado en el año 1991 en un laboratorio que se encontraba en una base aérea estadounidense en Honduras.
Luca ató cabos, él, en su juventud, había sido prisionero en esa base hasta octubre de 1991, cuando logró escapar.

Recordó que mientras fue rehén, varias veces lo sometieron a exámenes médicos completos donde le extrajeron sangre. Seguramente allí habían tomado las muestras para desarrollar este ejército de clones.

Más adelante, el archivo comentaba las características de los clones y que todos tenían un dispositivo de seguridad, un pequeño explosivo adherido a un receptor satelital que fue alojado en la base del cerebro de cada duplicado. El mismo sería usado en caso de emergencia, para eliminar a cualquiera que se desviara de las órdenes del comando central.

Esto le interesó especialmente, tal vez podría acabar con esta pesadilla él mismo, eliminando a sus clones sin siquiera tener que combatir con ellos.

Al seguir buscando encuentra un capítulo específico del mecanismo de eliminación, y con esa información busca entre las computadoras hasta encontrar como acceder al control maestro que le permitía ubicar a todos los clones en el mundo, incluyendo a los que custodiaban el laboratorio en que se encontraba.

En el mapa se veían múltiples manchas en el mundo. Al acercarse a la zona donde él se encontraba, la mancha se separaba en cientos de puntitos azules que poblaban el terreno del complejo.
La interfaz le permitía seleccionar a cualquiera de los guardias para obtener información de la posición, nombre, edad y características, además de tener la opción de eliminarlo
La idea de investigar uno a uno se alejó rápidamente, no podía perder más tiempo dentro de un ambiente hostil que en cualquier momento se volvería en contra de él.
Al ver la opción de “seleccionar todos”, no dudó en utilizarla para que no hubiese sorpresas.
Esta acción convirtió el mapa en una gran mancha de puntos rojos prontos para ser detonados.

No dudó ni un segundo, presionó el botón eliminar y eso desencadenó el caos.
Desde la puerta abierta del laboratorio se escuchaban las explosiones, uno a uno, los guardias iban cayendo.
La sonrisa del trabajo exitoso no llegó a terminar de dibujarse en su rostro cuando se escuchó la explosión más cercana de lo que esperaba.

Luca cayó al piso, todos los clones fueron eliminados, incluyendo el primero.

1 comentario:

Arlen dijo...

Me encanto tu cuento.Seguis realizando historias atrapates y emocionantes de principio a fin. Espero algún día ver publicado tu libro.