El enviado
La sala permanecía en silencio, el público espera ansioso que se abra el telón. Faltaban veinte minutos para las diez de la noche, el espectáculo ya debía de haber empezado.
Nadie sabía bien que pasaba pero no querían abrir la boca, seguro que en cualquier momento algo iba a pasar.
De pronto se ve movimiento detrás del telón, un solitario foco ilumina a quien aparece de entre las cortinas.
- No debe ser un actor – comentaban en la primera fila.
Todos observaban la figura que tenían delante de sus ojos, era alto y delgado, vestido con ropas viejas y llevaba un gorro de lana el cual se quitó en el mismo momento en que apareció en escena y que ahora intentaba esconder como con vergüenza.
Estuvo parado así casi un minuto sin pronunciar palabra, solo observaba nervioso como intentando encontrar que decir.
Entre el público comenzaban a comentar de forma irónica las posibles razones por las que este sujeto estaba allí parado mirándolos, pero todos coincidían en que no era parte del espectáculo.
- Disculpen todos ustedes por mi atrevimiento – comento al fin el hombre – es que estoy perdido.
Varias personas encontraron esto muy gracioso y no dudaron en reír, a lo que el hombre bajo la cabeza e intento disimular su vergüenza.
- Si me permiten les contare mi historia y tal vez alguno pueda ayudarme.
Las risas de algunos se convirtieron en protestas, la obra no empezaba y todavía tenían que lidiar con este personaje.
- Es que soy nuevo en mi trabajo, y mi jefe es el más exigente, hoy debía venir aquí a buscar a una persona, pero he perdido su nombre y la memoria me ha fallado.
- Cuéntanos algo que recuerdes – le pide alguien de la tercera fila, apiadándose de su pena.
Poco a poco intentaba escarbar en la memoria intentando encontrar el nombre o algún rasgo que lo pudiese ayudar. Así recordó que quien buscaba era bajo y delgado, que usaba bigote y le gustaba vestir bien, todos datos que le habían indicado antes de partir a su misión.
- Se que es alguien importante – comenta luego – alguien respetado y conocido por todos.
A esta altura ya todo el público intentaba ayudar al hombre, los murmullos llenos de conjeturas se hacían oír por toda la sala.
- Tal vez sea yo.
Un foco se enciende y se dirige a uno de los palcos, las miradas de todos se desvían hacia la luz, allí donde un hombre de pie continuaba su frase.
- Mi nombre es Cesar Amorín, y soy el gobernador de esta ciudad.
El rostro del hombre sobre el escenario se iluminó, si era él, lo había encontrado. Algunas personas del público se atrevieron a aplaudir, tal cual como si de parte de una obra teatral se tratara.
- Rápido señor – vuelve a la realidad el hombre – son casi las diez y nos están esperando, debemos marchar ya.
El gobernador no preguntó a donde se debía dirigir ni tampoco quien solicitaba su presencia con tanta urgencia, solo sabía que debía acompañarlo, algo le decía que debía hacerlo.
Saluda a su mujer que lo acompañaba en el palco y baja casi corriendo hacia el escenario, allí se encuentra con el hombre que lo esperaba impaciente. Ambos se pierden detrás de la cortina y las luces se apagan, el murmullo del público solo se detiene cuando el telón comienza a abrirse y los focos iluminan el escenario, la obra estaba comenzando.
Los actores aparecían en escena, pero nadie daba explicaciones de lo sucedido con el extraño hombre, parecía como si nada hubiese pasado.
La acción comenzaba en el escenario y el público ya dejaba de pensar en el extraño suceso cuando un grito de horror les corta el aliento.
Las luces buscan en el teatro y llegan hasta el palco donde la mujer del gobernador permanecía parada junto a la baranda, su cara reflejaba el terror de ver a su marido, el mismo que hace segundos había desaparecido tras el telón, sentado en el mismo asiento donde no debería estar.
Su cara pálida y su cuerpo inmóvil no dejan dudas.
Un escalofrío recorre el teatro, todos entendieron quien era el extraño hombre.
1 comentario:
Pero este cuento está excelente!! Es espectacular! Mis sinceras felicitaciones! Ya sigo con los dos más nuevos. Saludos, fede.-
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