El Gran Beto
Todos atentos a las manos del hombre, no volaba una sola mosca, todas las miradas lo seguían con curiosidad. Eran las cinco de la tarde en la prisión, era hora del show del “Gran Beto”, así lo habían bautizado entre los internos.
El pañuelo rojo en la mano derecha, el amarillo en la izquierda, todos seguían meticulosamente los movimientos con esa malicia que tienen los adultos de intentar adivinar el truco.
Ahora ata los pañuelos y tira de las puntas, todos ven que son solo dos pañuelos uno rojo y uno amarillo, pero cual va a ser el truco.
Con un rápido movimiento de las manos el mago aplaude y de pronto los pañuelos desaparecen, y en su lugar una flor hecha de papeles, amarilla y roja. Todos se miran extrañados, que fue lo que se perdieron, donde estaba esa flor, y los pañuelos, donde están ahora.
Antes de que los asombrados espectadores logren acomodarse nuevamente en el asiento la flor se enciende en una gran llamarada y tan rápido como apareció, nuevamente desaparece, dejando otra vez vacías las manos del mago.
El público aplaude hacia el improvisado escenario levantado entre los bancos del comedor diario. El mago saluda y se retira unos segundos a quitarse la capa y la galera de cartulina, luego vuelve al comedor ya como un interno más.
Beto ya tenía siete años en prisión, preso por robar un banco le quedaban todavía diez años más de condena. Una larga condena para alguien que como él decía, ya estaba arrepentido.
Hacía ya cuatro años se había convertido en el “Gran Beto”, haciendo trucos de magia que aprendía en la soledad de su celda, con los libros que una vez le había pedido a su hijo que le regalara.
Un mago autodidacta, que comenzó haciendo trucos simples en la hora del almuerzo, y que ahora se habían convertido en un gran show al que no faltaba nadie en la prisión.
Incluso el director de la prisión venía a ver el show de vez en cuando.
Había ganado los favores de los guardias, los que le conseguían los materiales para sus actos y a cambio el mago les enseñaba una serie de trucos simples que los guardias intentaban repetir torpemente.
Era la estrella de la prisión, pero esto estaba lejos de completar sus anhelos. Soñaba con el afuera, se imaginaba en el medio del mar, en su pequeño bote de pesca, lejos de su pasado y cerca de su hijo, para volver a abrazarlo y pedirle perdón por milésima vez.
Pero ese día estaba tan lejos. Y esto lo entristecía tanto que a veces se auto-encerraba en su celda y ese día todos sabían que no habría magia, era día de llanto y todos respetaban eso.
Sus trucos eran cada vez mas complejos, ayudado por los materiales que los guardias le lograban conseguir el mago buscaba cada día sorprender más a su público.
Pólvora, cuchillos, cadenas y cuerdas eran solo una parte de los muchos accesorios a los que el mago tenía acceso, muchos de estos materiales eran impensados en una prisión y más si estos estaban bajo el control de uno de los reclusos.
Hacía ya semanas que mantenía en vilo a su público prometiéndoles un truco que los dejaría boquiabiertos. Solo les decía que era un truco que varios de los grandes magos de la historia se habían negado a hacer por miedo, y que el lo intentaría cuando estuviese suficientemente listo.
Y el día había llegado, la prisión se detuvo como hasta ahora no se había visto, nadie quería que se lo cuenten, había que estar ahí y verlo.
Algunos guardias le ayudan a traer los materiales, y luego bajo la supervisión del mago comienzan a armar el escenario.
Cuando al fin está todo pronto comienza la presentación, el “Gran Beto” les comienza a relatar una historia, donde les habla de cómo el gran “Harry Houdini” se había preparado durante años para realizar este truco y a último momento decidió cancelarlo.
Les contó de cómo solo un mago en la historia había logrado hacer este truco con todo éxito y les explicaba los riesgos a los que se estaba exponiendo.
Una vez que los espectadores estaban ya sudando por el solo hecho de imaginar todas las posibles formas de que esto saliera mal el mago al fin se dispone a comenzar.
Le pide a los guardias que lo esposen, luego lo aten y lo metan en una caja de madera que estaba sobre el escenario. Una vez adentro de la caja esta se cerraba, se rodeaba con unas cadenas de acero y se cerraba con candado.
El público estaba callado, no querían perder detalle de lo que hacían los guardias a los que ya el mago les había explicado todo el procedimiento que debían seguir.
Una vez cerrada la caja, esta era levantada con cuerdas hasta una altura de dos metros aproximadamente, y esta cuerda era rociada con nafta y encendida por parte de uno de los guardias.
Mientras la cuerda se iba consumiendo por el fuego el público se empezaba a poner nervioso, no se veía mas movimiento en la caja que el constante balanceo mientras colgaba.
De pronto la cuerda se rompe, la caja cae y se estrella contra el piso, la caja se hace pedazos y de dentro de la misma solo caen unas esposas y una cuerda todavía anudada, pero el mago no está.
El público ovaciona de pie al “Gran Beto”, aplauden durante un largo rato esperando la aparición del mago para saludar, pero esto no sucede, el mago no aparece y los aplausos se transforman en miradas de confusión.
Los guardias comienzan a buscarlo por todo el comedor, luego llevan a todos los incrédulos internos a sus celdas y comienzan a buscar al mago desaparecido. No había forma de escaparse de la caja, ellos mismos la habían cerrado, pero era mucho mas extraño, había desaparecido de la prisión, no había rastro del mago, se había evaporado.
Lo buscaron durante días, dentro y fuera de prisión, investigaron a su familia y amigos los que también formaron cuadrillas para buscarlo.
Luego de un par de semanas el director de la prisión informa a la población de la misma de la fallida búsqueda y les anuncia que a partir de ese momento estarán prohibidas las reuniones en el comedor para nada que no sea comer.
Una vez que el director se disponía a retirarse de una de las celdas comienza a escucharse un aplauso, algo que es seguido al instante por las celdas cercanas, y unos segundos después se escucha el más atronador aplauso que un artista haya escuchado. El “Gran Beto” lo había logrado, había desaparecido sin dejar rastros. Ya no había más magia en la prisión, pero todos sabían que tampoco habrían más días de llanto.
Meses después de la desaparición, el hijo de mago comienza a frecuentar el puertito de los pescadores, donde junto con un extraño sujeto algo viejo, barbudo y mal vestido emprende cada mañana una pequeña travesía en bote, a pescar y recordar.
Su viejo compañero de pesca nunca habla de magia, y a pesar de las insistentes preguntas del muchacho, nunca le revelará su truco.